martes, 12 de diciembre de 2006

De entierro


Cuando se publiquen estas líneas, del asesino Pinochet sólo quedarán humo y algunas cenizas. Mientras, en otros, sobre todo en sus víctimas, causará desesperación el frustrado deseo de justicia. Claro que, como bien decía ayer en la Tercera de ABC Carlos Malamud, la historia ya ha pronunciado su veredicto. En cualquier caso, creo que no ha muerto un dictador en Iberoamérica.

Insisto. No se ha enterrado a un dictador. Las honras fúnebres y militares han sido para un exdictador. Afortunadamente. Porque, no lo olviden, Chile es hoy, y desde hace ya años, una prometedora democracia.

Pasarán los días y seguro que se esfumarán las tensiones que han provocado tantas emociones contrapuestas, entre partidarios y detractores del extirano (aunque, bien mirado, ¿la condición de tirano se pierde sin el ejercicio de la tiranía?). Chile seguirá viviendo en libertad.

Uno menos, desde luego. Sin embargo, vivitos y coleando hay otros que siguen manteniendo a sus pueblos bajo el yugo de la tiranía. Por ejemplo, Fidel Castro. Cuando él fallezca (yo no deseo la muerte a nadie, sólo apuesto por la libertad), se habrá enterrado a un dictador en ejercicio; no creo que impulse ninguna transición ni que ceda definitivamente el poder.

En fin, ojalá en Cuba y en tantos otros sitios puedan llegar a disfrutar de democracias plenas. Ojalá algún día los dictadores, los tiranos, sean sólo un mal recuerdo. Cosa difícil, pero a ver si hay suerte.

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