sábado, 22 de junio de 2013

El rayo que no cesa.


¡Cuánto tiempo, oigan! Hace unos meses, desde la proclamación del nuevo papa, que no les doy la tabarra. Hay un motivo, y es que estoy enfrascado en una aventura que me tiene un tanto esclavizado: escribir algo así como una pequeña historia de la cosa turística en Zafra. Dios mediante, se presentará por el mes de octubre o noviembre. De modo que no ando sobrado de tiempo para ocurrencias, así que no he vuelto a ponerles nada aquí, supongo que con alivio del personal.

Otra novedad: hasta ayer o antier -qué bonito vocablo- tenía una humilde y autogestionada (cuidado con las interpretaciones, a ver si ahora me van a convertir en anarquista, o algo así) página web, alojada con nuestra imperecedera Telefónica. Pero este servicio aparentemente gratuito ha desaparecido, y con él lo que yo tenía subido.
La verdad es que la puse en marcha porque no pocos se interesaban por mis artículos en "El Mensajero", o por algunos que aparecieron en "Hoy", e incluso me sugirieron editar una recopilación. Les agradezco mucho ese interés por mis humildes escritos. Les dirés que redactarlos me divierte sobremanera, así que, para propio solaz y para ajena lectura, dediqué algunas horas a enjaretar una web sencillísima.
En fin, con la desaparición del. alojamiento en Telefónica mis lectores (José Manuel de Prada diría que las cuatro lectoras que aún le soportan) se ven privados de mis textos, cosa que me malicio no les quita el sueño. Incluso habrá quienes, ahítos de mis atrevimientos, lo celebren. Pero no me resigno. Buscaré otro sitio, aunque sea de pago, y volveré a subir mis elucubraciones. Avisados quedan. No es tan sencillo librarse de mí. Amén.