jueves, 31 de agosto de 2017

Pausas en el camino (IV)

Impresionante Salamanca monumental

En Salamanca
Tomamos habitación en un modesto hotel de una estrella (Le Petit Hotel), que hace honor a su nombre. Sin embargo, está céntrico, a cinco minutos de la Plaza Mayor, tiene aire acondicionado y la habitación es cómoda.
Nada que resaltar del establecimiento cercano en el que comemos, uno más.
La cena la hicimos en uno de esos establecimientos muy orientados al turismo, en la calle Libreros. El menú está bien y no es caro. La terraza es agradable y entretenida. Pero... Falla el vino. No es que sea malo. Es que sólo te ponen una copa para toda la cena. De modo que, como el peregrino necesita algo más de condumio, que para eso lleva muchos kilómetros a pie, pide otra. En ningún momento pretende que se la regalen, si hay que pagarla, se paga. Punto. El camarero nos dice que la traerá... Pero no lo hace. No reclamo. En otras circunstancias lo habría hecho, pero quizá por el cansancio (por patear Salamanca no ha habido siesta, y a los kilómetros matutinos hemos sumado otros urbanos) me resigno y me conformo con una sola copa. Qué le vamos a hacer.
Por la mañana desayunamos con servicio al por mayor (no es que te pongan un desayuno copioso, sino que te atienden como si hubiera doscientos clientes en la barra) y despachados por un joven nada agradable (me malicio que preferiría estar del otro lado de la barra), en un establecimiento que está destinado a los trasnochadores que han disfrutado de la noche salmantina y reponen fuerzas antes de, suponemos, retirarse a sus aposentos.

En El Cubo del Vino
Sugerente nombre el de esta localidad zamorana. Hoy hemos acortado la etapa, pues recorrerla en su integridad suponía caminar 36 kilómetros a pleno sol. Somos peregrinos, pero no masoquistas y, si bien en primavera la habríamos cumplido en su totalidad, en pleno agosto no parece procedente. De modo que abreviamos unos 15 kilómetros.
En El Cubo andan de fiestas o de domingo y todo está lleno. Paramos en un restaurante muy anunciado, y preguntamos por la comida: hasta las 14 horas no sirven, y aun es la una y pico. Para hacer tiempo, pido dos cervezas. No me las pone la camarera. Espero paciente, y atiende a otros clientes. El peregrino debe resultarle poco distinguido. Pido a otro camarero: dos cañas. Supongo que a causa del ruido, entiende dos cervezas de esas que llevan limón incorporado, invento que jamás trasegaría, qué quieren que les diga. Cuando me las sirve, le digo que se ha equivocado, y él dice que es lo que he pedido. Inútil discutir, aunque las retira y, mal encarado, me pone las dos cañas. Las consumimos a galope, pago y nos vamos. Se quedan sin clientes para el comedor.

En Villanueva de Campeán
La Posada del Buen Camino
La comunidad de Castilla y León tiene registrada la marca "Posadas Reales", que distingue a establecimientos rurales que han de cumplir unas condiciones muy exigentes, para alcanzar el objetivo de ofrecer la excelencia en los alojamientos: entre otras muchas cosas, se requiere que el edificio sea de arquitectura tradicional y que esté óptimamente conservado, que el huésped pueda disfrutar de tranquilidad y sosiego, y un largo etcétera.
Nosotros hemos reservado habitación en La Posada del Buen Camino. Con diferencia, el establecimiento por el que más hemos pagado: 79 euros. Efectivamente, hay tranquilidad, la posada es muy bonita y las habitaciones son muy cómodas. Sin embargo, falla el servicio de lavado de ropa, que aunque está anunciado en la web del establecimiento, no nos puede garantizar la dueña, lo que nos produce alguna frustración. Qué le vamos a hacer. Tampoco disponen de servicio de restauración (en la web se anuncia por encargo, pero creo que deben de ser de oferta obligatoria la cena y el desayuno). Esto me importa menos, porque me malicio que el precio sería proporcional al de la habitación.
Pero, feliz hallazgo, tenemos a nuestra disposición a unos metros el bar Vía de la Plata, atendido, cómo no, por una familia. Comemos y cenamos fenomenalmente, y el servicio es estupendo. Además, hemos disfrutado de una escena propia de la España de siempre, algo que se ha perdido probablemente en pueblos más grandes: después de comer, los hombres del pueblo acuden al bar a jugar la partida. Algunos lo hacen con la vehemencia de quienes en ese inofensivo entretenimiento encuentran la desconexión de otras rutinas: elevan la voz, discuten... Y el peregrino disfruta con la escena, porque evoca de inmediato mocedades de casino de pueblo... 
A la hora de la cena reina la tranquilidad, sólo rota mínimamente por el fútbol, juegan el Madrid y el Barcelona: el partido provoca menor vehemencia que la partida. El hijo del dueño y, por la noche la esposa del tabernero, nos hablan del escándalo de los jugadores de cartas: que no nos preocupemos, que no pasa nada, pero que son así... Y los peregrinos le advierten que no nos han incomodado en absoluto, que, al contrario, son escenas que no nos son desconocidas.
En fin, nos retiramos temprano y, como el desayuno en la posada no lo sirven hasta después de las nueve, nos tomamos un café: la dueña nos ha dejado preparadas unas tazas y hay cafetera.

Y, por fin, Zamora
Una gozada comer en los restaurante de la Plaza Mayor, con la iglesia de San Juan a la vista. De noche, iluminada, es preciosa

En la última etapa de esta fase, nos alojamos en Zamora en un establecimiento de tres estrellas, el hotel Doña Urraca. Es moderno, cómodo y funcional, y el precio muy adecuado. Y está a no más de ocho o diez minutos andando del casco histórico.
Como ya les he contado, aprovechamos la tarde y la mañana siguiente para conocer la ciudad, de la que nos llevamos una grata imagen. El día de la llegada comemos en un establecimiento moderno, sin mayores pretensiones, cuyo nombre evoca al traidor Dolfos Bellido, hijo de Bellido Dolfos. Bien. Por la noche cenamos en la Plaza Mayor, frente a la iglesia de San Juan, con su estatua del Merlú. Muy agradable ambiente. Cenamos muy bien. No nos regatean en el vino, del que damos cuenta de una prudente frasca. Y a precio ajustado. Nos gusta tanto que la comida del día de la partida la hacemos en el mismo sitio: el bar-restaurante Zamora. Lo recomendamos.

miércoles, 30 de agosto de 2017

Pausas en el camino (III)

Fuenterrobles de Salvatierra
Aquí paramos a comer en un típico bar de pueblo: el bar José, establecimiento familiar. Comida casera, de la misma que tomarían los propietarios ese día. Todo a buen precio. Además, nos sellan la credencial de peregrino.
Hay dos bares más en la misma calle del albergue. Nosotros, como les puse en una anterior entrada, pernoctamos en Guijuelo. Nos quedamos en el hotel Torres de esa localidad. Bien situado, económico, cómodo... pero dormimos mal por la escasa insonorización de la habitación: juerga de vecinos al lado.

San Pedro de Rozados
Tras una etapa larga, con momentos duros, y después de reponer fuerzas en mitad del camino, llegamos a San Pedro de Rozados. Hemos reservado, por teléfono, habitación en el hotel rural VII Carreras.

Vista parcial del patio
Las habitaciones están muy bien, aunque no funciona la televisión: la verdad es que ni falta que nos hace, es preferible una buena siesta para reponer las fuerzas consumidas en la etapa, tras 29,350 kilómetros recorridos, según marca el gepeese,  parte de ellos sin una sombra donde cobijarnos. Nos facilitan la habitación sin demoras, ya haremos el registro después, una vez descansemos. Se agradece. Nos lavan la ropa, algo que el peregrino sabe valorar: uno tiene que ir con la indumentaria justa (llevamos lo más básico y la mochila pasa algo de los 8 kilos) hay que ir lavándola donde se va pudiendo. Cenamos en el patio, se está fresquito: la cena, a muy buen precio, es abundante (soy forofo del gazpacho y, como si leyera mi pensamiento, la dueña nos ofrece repetir: lo hago regocijado), con buen vino y, sobre todo, nos deparan un trato caluroso. Cada vez me gustan más estos establecimientos familiares: en este, la dueña y su hija se esfuerzan en atendernos del mejor modo posible. Debo decirles que he tenido la suerte de alojarme en hoteles de todas las estrellas posibles, pero se agradece vivir unas horas en este tipo de hoteles: los lujos se suplen con comodidades básicas pero suficientes y, sobre todo, con cordialidad y trato personal.

Vista de un habitación. La nuestra es igual, quizá sea la misma, pero el televisor es de pantalla plana. Esta imagen la he obtenido de Internet, y puede que sea más antigua.
El momento del desayuno también es muy agradable. A las 7,30 ya está la propietaria preparándolo y nosotros dispuestos a dar buena cuenta del mismo y a salir rápidos camino de Salamanca. Pero la cosa se complica dichosamente: la señora nos ilustra sobre las dificultades que ha tenido para establecer su hotel, la poca atención que se prestaba antes a los peregrinos por las autoridades... Nos pregunta de dónde somos y al saber que venimos de Zafra nos habla de Salvador Castellano (q. e. p. d.), al que conoció, y nos confirma que forjó la cruz que corona el pico de la Dueña.
Después baja de su habitación otro peregrino, éste en bicicleta, que nos ilustra sobre alguna peculiaridad de su peregrinación y dificultades para sincronizarse cuando se viaja con otros: modo de conducir, etc. Muy interesante. Es un joven mexicano afincado en Valencia, que el año pasado hizo el camino en 10 días y este quiere hacerlo en menos. Marcha, buen camino.
En fin, queríamos salir temprano y nos han dado las 8.30. No pasa nada. La conversación (y el desayuno), han merecido la pena.
Recomiendo este establecimiento a los peregrinos que, como nosotros, no pernocte en albergues.

martes, 29 de agosto de 2017

Pausas en el camino (II)

Carcaboso, comunidad premiada
En Carcaboso
Tenemos habitación en el hostal Ciudad de Cáparra, bien situado, con aire acondicionado, trato amable, habitaciones cómodas y correctas. 
Hacemos en el comedor del hostal la comida y la cena. Tienen un buen menú del día y, por 11 euros, comemos y cenamos muy bien y con mantel y servilleta de tela. El peregrino tiene que reponer fuerzas y el vino Payva ayuda: la botella vuelve vacía. Muy amables los camareros. Establecimiento muy recomendable

Aldeanueva del Camino
Pernoctamos en la casa rural La Esencia. Es cómoda, está decorada con muy buen gusto. Hay huéspedes con niños ruidosos, que dan la tabarra en la siesta. La habitación tiene una terraza. Le pongo las vistas en la foto.
Vista desde la terraza de la habitación
Para comer y cenar recurrimos a un restaurante que nos han recomendado, y que cumple nuestras expectativas: Casa Sebas. Siempre lleno, ofrecen un menú apetitoso por 11 euros. Lo recomendamos.
Por la mañana no encontramos (quizá no buscamos lo suficiente) dónde desayunar a las siete. Pero pocos kilómetros más adelante hay un camping con gasolinera y restaurante, donde repusimos fuerzas adecuadamente para afrontar una etapa en subida hasta La Calzada de Béjar.

En Béjar
Aunque la etapa acaba en La Calzada, nos alojamos en Béjar, en el hostal La Otra Casa. La dueña es muy amable, nos atiende excelentemente, y además conoce Zafra y el hotel Huerta Honda. Habitación pequeña, pero muy cómoda. Nos agrada un detalle: en la habitación hay un recipiente eléctrico que sirve para calentar agua y preparar café, y unos dulces. Desayuno solucionado.
Cenamos en un restaurante junto al hostal. No lo reseño. No comimos mal, pero en la carta no aparecía el menú del día, que después observamos se ofreció a otro cliente. Esto nos costó unos euros más.

Aprovechamos para visitar Béjar, que nos pareció bonita, pero que presenta algunos signos de decadencia: muchos comercios cerrados en la calle comercial (la plaga no es sólo de Zafra); un taxista nos comenta el problema de la pérdida de peso del sector textil, antaño potentísimo en la ciudad. Merece la pena visitarla.

Palacio ducal de Béjar.



lunes, 28 de agosto de 2017

Pausas en el camino (I)

Sabor jacobeo en un alojamiento: bordón de peregrino en Villanueva de Campeán

Les he venido hablando últimamente de nuestro peregrinar por la Vía de la Plata, camino de Compostela. Como les advertí, no soy de alojarme en albergues. Por eso no les doy ninguna referencia de esos beneméritos establecimientos. Ya lo hacen en páginas ad hoc, en las que el peregrino (o aspirante) puede ponderar los méritos o deméritos de aquellos.
De modo que en esta entrada encontrarán una selección de establecimientos hoteleros y hosteleros de entre los que hemos sido usuarios. Observarán que en las últimas entradas sólo les he hablado de las etapas realizadas en agosto. Pero aquí me refiero también a estancias durante el mes de marzo, cuando recorrimos otras tres. De las dos primeras (Zafra-Almendralejo y Almendralejo-Mérida) no les pongo nada porque, al ser tan largas y al carecer de experiencia, el condumio fue a base de bocadillos, que llevábamos preparados por si no calculábamos bien los tiempos. Y en ambas retornamos a Zafra en nuestro impagable Leda.
Les advierto que lo que aquí les digo son impresiones absolutamente personales. Cada cual contará la película según les va y lo que a a un servidor le puede parecer fenomenal, a otro puede traerle al fresco o, directamente, caerle mal. O todo lo contrario. Cada cual cuenta la película como le va.

En Alcuéscar (Cáceres)
Nos hospedamos en la casa rural "La Casa Grande". Una casona bien acondicionada para el turismo rural tan de moda. La cena hubimos de hacerla en un bar del pueblo. Tuvimos alguna dificultad con el agua caliente, por estar servida por un termo eléctrico. Todo lo demás, bien.

En Cáceres
Nos alojamos en el hostal Al-Qazeres, céntrico y cómodo. Como llegamos tarde y bastante cansados después de una etapa que superó los 40 kilómetros, nos limitamos a cenar en las cercanías de la Plaza Mayor, en El Pecado de María: buen precio, amable servicio y alivio para la andorga: les recomiendo la ensalada templada de torta del Casar.

En Riolobos
Detalle del acogedor salón de la casa

Reservamos la estancia en la casa rural Abuela Maxi. Cuando hicimos la reserva, por el comodísimo Internet, consigné como hora de entrada las 17 o las 18: error de cálculo basado en la experiencia de las anteriores etapas, bastante más largas. El caso es que llegamos y la casa estaba vacía y, además, en el pueblo estaban celebrando las fiestas mayores. De modo que tuvimos que llamar varias veces por teléfono: los propietarios estaban confiados en nuestra posterior hora de llegada, y disfrutaban de los festejos. Les costó escuchar la llamada por causa de la música de pachanga. Pero, una vez que atendieron el teléfono, se demostró la calidad humana de los propietarios.
A saber: se presentaron de inmediato, acompañados de unos amigos, para arreglarnos la habitación y dejar todo impecable para nuestro disfrute. Y lo hicieron con buen humor, a pesar de que  habíamos anticipado nuestra llegada y les fastidiábamos la fiesta. El esposo de la casera, algo despistado, nos saluda al llegar con un "hello", pero en seguida le hago saber que somos de la tierra, y lo celebra divertido. Nos ofrecen una cerveza, nos brindan tortilla de patatas y fruta... Excelente el trato familiar.
Como llevamos el desayuno incluido, la dueña nos pregunta a qué hora lo deseamos. Y los peregrinos, que por fuerza han de madrugar si no quieren derretirse en mitad del camino, la emplazan las 7 de la mañana. Ninguna objeción, asiente amablemente.
Y a las 7 en punto del lunes y tras el último día de fiesta local, aparece. Y nos prepara un desayuno reconstituyente. Pero lo mejor fue la charla: son cultivadores de tabaco, y nos ilustra la señora sobre los problemas, que son muchos, del sector; sobre alternativas... También sobre los problemas del camino y la competencia no siempre idónea entre algunos establecimientos. Y, hablando hablando, descubrimos que eran vecinos de finca de nuestro añorado Manolo Pérez. Por si las atenciones hubiesen sido pocas, se ofrece, y aceptamos gustosos, a llevarnos al inicio del camino que hemos de seguir desde Riolobos. Nos ahorramos dos o tres kilómetros, lo que nos ayuda a llegar antes a Carcaboso.
En definitiva, trato familiar, amable, eficiente. Un establecimiento apto para el descanso y bien acondicionado. Lo recomiendo vivamente, y agradezco a los propietarios tanta amabilidad.

Para cenar acudimos a la cafetería-churrería Demelza, muy cerca de la casa, donde damos cuenta de buena comida casera a un precio adecuado.



sábado, 26 de agosto de 2017

De camino a Santiago (VI)


La novena etapa de esta tanda ha concluido en Zamora. Desde Villanueva de Campeán hasta la capital de la provincia hemos andado algo más de 20 kilómetros. Aprovechamos la tarde y la mañana siguiente para patearnos la ciudad, desconocida para nosotros... Y para muchos, según nos dice el recepcionista del hotel, que cree que se debería hacer más promoción. La verdad es que se lleva el peregrino una grata sorpresa: remata el esfuerzo de nueve días en una localidad hermosa, bien cuidada, con amplia oferta monumental y gastronómica. Me permito ponerles aquí unas fotografías, correspondientes a algunas cosas de Zamora que me han llamado la atención. Si desean conocerla mejor, consulten alguna publicación especializada y, mejor aún, visítenla si pueden: aunque nosotros hemos precisado de 14 jornadas para llegar, en coche se planta uno en un pispás, cuatro horas y pico por la magnífica autovía A66.

Panorámica de la catedral

Vista del peculiar cimborrio de la catedral

Vista parcial del parque junto al castillo y la catedral (al fondo)

El castillo de Zamora, junto a la catedral, las murallas y el parque que embellece la zona, constituyen un conjunto que merece la pena visitar. Lo hacemos al atardecer y en las primeras horas de la mañana, con escaso tránsito de visitantes, y disfrutamos del lugar, de las vistas, de lo cuidado del entorno, en el que no encuentra uno un papel en el suelo a pesar de que al mismo lado de la catedral han instalado un graderío portátil y asientos de plástico para que el público asista a unas proyecciones. El personal no ha dejado restos. Todo impecable.


Curiosa decoración, sí señor.





Nos llama poderosamente la atención la decoración de algunas casas con partes derruidas. En vez de dejar la ruina a la vista, se han preocupado de decorarlas con dibujos de cierta espectacularidad, lo que hace que el peatón se detenga, curioso, a contemplar el trabajo del artista. Nada que ver con los garabatos que profanan fachadas, escaparates o mobiliario urbano.










Otro dibujo en una fachada



Y otra artística decoración
Qué diferente sería esta parte del edificio, que ha sido derruida, sin las pinturas que embellecen la pared.

Y ahora, un poema de Lope
Miren, lo fotografiado aquí es una tapia de obra, en el acceso a un solar. En vez de servir el muro para pegar carteles y para dejar necedades escritas, lo han rotulado con unos versos de Lope.

Aquí nació Santiago Alba


Pateando la ciudad damos con la casa natal de Santiago Alba, abogado, periodista, varias veces ministro con Alfonso XIII. Tras el golpe del marqués de Estella cruzó la raya de Francia, y cuando fue llamado para presidir el Gabinete, después de la caída de Dámaso Berenguer, declinó el ofrecimiento. Ya en la República militó en el Partido Radical y llegó a presidir las Cortes.





Merlú
Llaman Merlú a una pareja de nazarenos, provistos de tambor y cornetín, que convocan a los penitentes: se reúnen todos en la Plaza Mayor, en número de unos seis mil, según dice el Internet. Debe ser espectacular la Semana Santa zamorana.
En la plaza es una gozada tomar un aperitivo o cenar, en un ambiente concurrido pero no escandaloso, frente a la iglesia de San Juan, en la que está la escultura fotografiada.

Patio del Parador
Siempre es una buena opción visitar los paradores, tomarse un café, disfrutar de sus edificios monumentales. Hacemos lo propio en este palacio, que perteneció a los condes de Alba y Aliste.

Viriato
Los zamoranos tienen a Viriato, terror romanorum, como paisano. Frente al palacio que ocupa el parador de turismo se levanta esta estatua.

Oficina de turismo



Zamora pertenece a la Red de Cooperación de Ciudades de la Vía de la Plata, como afortunadamente ha vuelta a hacer Zafra.
En la fachada de la oficina de información turística conmemoran el vigésimo aniversario de la asociación de municipios.







Ustedes lo pasen bien
En fin, el día 15 a primeras horas de la tarde tomamos el ALSA y volvemos a Zafra. Hubiese preferido hacerlo en tren, pero ya hace muchos años que no existe el Ruta de la Plata. Lástima.
Habíamos empleado la mañana en re-pasear Zamora y, feliz coincidencia, les diré que cuando salíamos del hotel bien temprano para disfrutar de la jornada con tiempo para todo, nos encontramos al grupo de peregrinos italianos al que se había unido una española, del que ya les hablé anteriormente. Bonita casualidad volver a verlos. Nos despedimos, ellos siguen hasta Compostela, nosotros volvemos. Buen camino.

viernes, 25 de agosto de 2017

De camino a Santiago (V)


El curioso lector debe ser advertido, antes de continuar, que aunque en estas entradas les estoy hablando de nuestra peregrinación desde Cañaveral, antes recorrimos otras etapas: De Zafra a Almendralejo, de Almendralejo a Mérida, de Mérida a Alcuéscar, de Alcuéscar a Cáceres, y de Cáceres al pantano de Alcántara. De modo que a con las 9 que hemos pateado en agosto de este año, hemos de sumar dos que hicimos en otoño, y que nos sirvieron de preparación, y las tres de primavera. Así que llevamos 14, y por lo tanto nos faltan 16 o 17.
Prosigamos sin más preámbulos.
El 13 de agosto afrontamos la etapa más árida y menos vistosa de todas, entre Salamanca y el Cubo de la Tierra del Vino, ya en Zamora. Son 36 kilómetros, lo que excede lo que el buen sentido aconseja, y la acortamos en unos 15. Andamos durante un tiempo interminable junto a la autovía. La pernocta la hacemos en Villanueva de Campeán, desde donde abordaremos la última etapa.
14 de agosto, lunes. Tras un frugal desayuno emprendemos el itinerario que rematará nuestra peregrinación por el momento. Son las 7,45 de la mañana, y nos quedan por delante unos 20 kilómetros. Por cierto, por la mañana compruebo que me han publicado un nuevo artículo en "Hoy", al que titulo "De cafres y turistas".

Curioso hito






Abundan los hitos que nos recuerdan que estamos recorriendo la Vía de la Plata. En este, si se fijan con detenimiento, verán una inscripción en caracteres arábigos que supongo indica tal circunstancia. Recordemos que el nombre de la vía proviene, según parece, del árabe balat, que debe de significar camino.












Todo el viaje, en el coche de San Fernando

¿Para que reposen los peregrinos?
Es cierto que el viaje a pie cansa. Por eso se agradece algún lugar en el que reposar. No siempre abundan los sitios en los que pueda uno sentarse y aliviar los pies. Pero, hombre, tampoco es necesario esto... No sabemos si el sillón lo ha colocado alguna alma caritativa... o jocosa. (En algún lugar entre Villanueva de Campeán y Zamora).

Ligeros de equipaje (aunque pesa, no crean)
Uno de estos lugares en los que puede uno descansar y de paso tomar un bocado es el denominado "Pozo de las Promesas", una instalación con bloques de granito repletos de textos bienintencionados, no demasiado lejos de Zamora.

Detalle de uno de los monolitos de granito en el Pozo de las Promesas

Llegando a Zamora
Y, por fin, llegamos a Zamora. La etapa no ha sido incómoda ni prolongada y llegamos a buena hora lo que nos permite, tras un breve descanso, patearnos la ciudad, que no conocíamos. Pero esto lo dejo para la última entrada de esta serie.

jueves, 24 de agosto de 2017

De camino a Santiago (IV)

Recapitulamos: hemos salido el día 6 de Cañaveral, y hemos llegado a Riolobos. El 7, desde esta localidad vamos a Carcaboso. El 8, desde allí a Aldeanueva del Camino. El 9, de Aldeanueva a La Calzada de Béjar. Hoy me refiero de una tacada a las trees siguientes jornadas: El 10 de agosto salimos de La Calzada para llegar a Fuenterrobles de Salvatierra, y el 11 desde ahí hasta San Pedro de Rozados. El 12 llegaremos a Salamanca.

Fachada en Guijuelo
Dejamos atrás La Calzada, recorremos algo más de 21 kilómetros, y llegamos a Fuenterrobles de Salvatierra. Después de comer, nos desplazamos a Guijuelo, donde pernoctamos. La verdad es que esta localidad es una yuxtaposición incesante de establecimientos dedicados a la elaboración y venta de productos del cerdo ibérico. Buena prueba es la curiosa fachada que les reproduzco. Por la mañana dejamos Guijuelo sin novedad y, de nuevo en Fuenterroble, emprendemos el camino. Nos quedan por delante casi 30 kilómetros sin ningún pueblo intermedio, lo que nos obliga a aprovisionaros bien de agua y de comida para aguantar el tirón sin desfallecimiento. Exactamente, el caminar durará siete horas, incluidas las breves pausas.

Parque eólico de Iberdrola

La etapa tiene un hito de significación: el pico de la Dueña, al que subimos por angostos caminos (¡cómo no!), atacados a conciencia por las moscas más pejigueras que pueda uno echarse a la cara. Tras el consabido recorrido por dehesas, emprendemos la subida y circulamos a escasos metros de un parque eólico. Es curioso el ruido que hacen los dichosos artefactos, un zumbido algo inquietante. En la oscuridad de la noche debe de imponer.

El pico de la Dueña, con la cruz de Santiago que forjó Salvador Castellano
Llegados al pico de la Dueña, según dicen el punto más alto de la Vía de la Plata, con algo más de mil cien metros, descansamos y damos cuenta de unos bocadillos con productos muy adecuados que compramos en Guijuelo. Nos encontramos a mitad de la etapa. Cuando estamos terminando la colación, aparece la peregrina que habíamos conocido un par de días atrás, junto con uno de los italianos. Los saludamos, nos deseamos buen camino, y continuamos la marcha. Nos quedan casi otros quince kilómetros.
Subiendo al pico recibo la llamada telefónica de un amigo que ya había recorrido el camino en su totalidad. Le indico dónde estamos y me dice que la cruz que corona la cima la hizo el zafrense Salvador Castellano (q. e. p. d.). Cuando después, en San Pedro, en conversación con la propietaria del hotel rural en el que nos alojamos, sabe esta que venimos de Zafra, me confirma la autoría de la cruz: ella conoció a Salvador. Sin duda, su peregrinación deja huella indeleble.

Lo que ven sobre la casa ruinosa es un buitre, sí señor.

El calor aprieta y los kilómetros se hacen pesados. Bajamos el pico con cuidado para no resbalar, la pendiente es grande, y seguimos durante un tiempo alternando un sendero junto a la carretera y el asfalto, que se hace más cómodo.
Cerca del arroyo Mendigos, el caminante se ve obligado a detenerse para hacer esta foto: aunque no se aprecie bien, el bicho que corona la casa derruida es, ni más ni menos, un buitre. ¡Uf! ¿Estará ojo avizor ante el desvanecimiento de algún peregrino? Mejor continuar paso a paso.


Monte bajo calcinado justo por donde pasamos
Durante un buen trecho circulamos junto a la finca Calzadilla. Vemos pasar un coche de bomberos, nos saludan sus ocupantes, y empezamos a oler a quemado. Han ardido no sabemos cuántas hectáreas de monte bajo; el fuego ha sido ayer, pero todavía andan las brigadas forestales y los bomberos controlando que el fuego no se reproduzca. Menos mal que no nos hemos visto en este trance, porque tanto si hubiésemos ido por camino como por la carretera, el fuego estaría a escasos metros de nosotros.

Banco de Castilla, banco para el reposo

En fin, llegamos sin novedad a San Pedro de Rozados, después del palizón. Descansamos y por la tarde nos damos un garbeo por el pueblo. Nos llama la atención, junto a la iglesia, un banco patrocinado por un banco. Les pongo arriba la curiosa imagen. Aprovecho aquí para anticipares que, más adelante, en otras entradas, les hablaré algo sobre algunos de los establecimientos visitados en distintos pueblos, entre ellos el hotel rural de San Pedro.

Plaza de Morille, dedicada a Martín Patino
Puñeteras casualidades de la vida: el día 12, de camino a Salamanca y a cuatro kilómetros de San Pedro de Rozados, pasamos por el pueblo de Morille. Me llama la atención que dediquen una plaza a Basilio Martín Patino y tomo la foto, más que nada para que no se me olvide comprobar si nació allí (es de otra localidad, aclarado queda). Al día siguiente, el 13, nos enteramos por las noticias que el director de cine ha muerto. ¡Jesús!

Flecha semiborrada por un vándalo

En fin, llegamos a Salamanca. La entrada, para el peregrino que sigue la ruta marcada, no es precisamente espectacular, aunque esto se subsana cuando se llega al caso histórico. De modo que nos guiamos por la flechas amarillas y nos encontramos que algún cafre de los infinitos que merodean se ha entretenido en medio borrar algunas. Menos mal que el camino no ofrece duda.
Y, por rematar, despedimos la jornada con una fotografía nocturna de la Casa de las Conchas, por ponerles algo de esta bella ciudad. Llevamos ya 7 de las 9 etapas que podemos recorrer en estas fechas.

La foto no es de calidad, pero se aprecia bien que estamos ante la fachada de la Casa de las Conchas.







miércoles, 23 de agosto de 2017

De camino a Santiago (III)



Curioso entoldado en Aldeanueva del Camino
En Aldeanueva del Camino iniciamos la jornada, como todos los días, bien temprano. Nos quedan por delante unos 24 kilómetros hasta La Calzada de Béjar. Aprovechamos la tarde anterior para darnos un garbeo por la localidad, y encontramos un singular entoldado en las calles: protegen a los viandantes del sol con toldos de ganchillo. Supongo que los vecinos (con certeza las vecinas) se habrán puesto de acuerdo para confeccionarlos. Lamentablemente, la destreza de un servidor con la cámara de fotos (que tampoco es una virguería) es escasa y no se pueden apreciar bien los detalles de la labor artesana.
Otro hito nos recuerda el camino





A lo largo del recorrido nos encontramos con numerosa señalización. Se agradece el esfuerzo por orientar al peregrino, que suele andar un poco despistado por campos desconocidos. También abundan los paneles e hitos que recuerdan por dónde discurre la Vía de la Plata, Iter ab Emerita Asturicam. Los han colocado en todo tipo de materiales: cerámica, plástico, madera, granito, acero inoxidable... En seguida veremos otros ejemplos.







Puente romano del Cubo, cerca de Baños de Montemayor


Continuamos la marcha y los peregrinos, después de transitar un buen puñado de kilómetros por el arcén de la Nacional 630 y de trepar como cabras por un sendero paralelo a la misma, llegan a las inmediaciones de Baños de Montemayor. Mejor dotado para la marcha que para la fotografía, quien les escribe plasma el antiguo puente, que de los romanos sólo conserva prácticamente los cimientos, y no evita que salgan las inoportunas sombras de los observantes.


Baños de Montemayor desde las alturas
Paso a paso seguimos la etapa en ascenso. Un sendero empedrado nos evita circular por la peligrosa carretera y nos permite disfrutar de buenas panorámicas. En la subida nos encontramos con un peregrino que viene desde Sevilla, y con el que, sin intuir nuestras marchas jacobeas, habíamos coincidido en el comedor del hostal en el que nos alojamos en Carcaboso. Va más rápido que nosotros, y nos adelanta. Después dimos con él en La Calzada de Béjar, y ya le perdimos la pista.
Les diré que fueron escasísimos los caminantes que encontramos: nos dicen en todas partes que el calor de julio y agosto hace que seamos cuatro locos los que echamos a andar. Bastantes más encontramos en bicicleta: de estos, un par de jóvenes sevillanos nos ayudaron a orientarnos entre Riolobos y Carcaboso, cuando fuimos víctimas del más tonto de los despistes: nos bastaba con haber andado diez metros y hubiésemos dado con una flecha amarilla. Pero fueron ellos quienes la vieron antes. Amabilísimos ambos, una vez que recuperamos el buen camino, siguieron. No volvimos a verlos. Luego les hablaré de otros encuentros.

Entramos en Castilla y León




Dejamos atrás Extremadura y nos adentramos en Castilla y León. Sabemos que estamos en la provincia de Salamanca cuando vemos, en un camino que pudiera parecer de algún paraje tropical, por la exuberante vegetación, un nuevo modelo de hitos. Estos castellano-leoneses son más complejos que los nuestros, pero también orientan bien al caminante.









Otro hito, ahora en acero inoxidable
Se agradece la sombra en el camino.
El río Cuerpo de Hombre
Por fuerza hemos de parar para disfrutar, entre el Puerto de Béjar y La Calzada, de un ameno paraje a la vera del río Cuerpo de Hombre. Con ganas nos sentaríamos en su orilla para refrescarnos, pero hay que bajar y, correlativamente, volver a subir. De modo que nos conformamos con disfrutar de la vista y del sonido del agua. Es una pena que después abandonemos el verdor y tengamos que transitar por sendas mucho menos espectaculares.

Típica calle de La Calzada de Béjar
Por fin en La Calzada de Béjar. Para llegar hemos tenido que subir un sendero en fuerte pendiente, que más que camino parece el cauce seco y pedregoso de un arroyo. Hay que ir con cuidado, pues con tanta piedra puede uno sufrir un percance. Quizá sea el tramo más ingrato de los que llevamos recorridos. Pero, en fin, lo conseguimos.
En La Calzada coincidimos con un grupo de peregrinos compuesto por tres italianos y una chica española, de Burgos aunque afincada en Gerona, con los que habíamos coincidido el día anterior en una parada para el desayuno. Nos habían hablado de ellos en Cáparra. Volveremos a verlos. Ellos pernoctan allí, y nosotros lo hacemos en Béjar, ciudad que tenemos interés en conocer.

¡Pues anda, que no queda nada todavía!










El peregrino va consumiendo etapas y ve cómo cada vez queda menos para Santiago. Pero todavía hay que patear ¡541 kilómetros! No pasa nada, se hace con ilusión.























martes, 22 de agosto de 2017

De camino a Santiago (II)

Por vastísimas dehesas
Decenas de kilómetros a través de dehesas como la de la imagen, tomada en algún lugar entre Cañaveral y Riolobos. Hay que atravesar fincas, abriendo y cerrando cancelas, y caminar entre el ganado. Aunque no tengo fotos apropiadas, algunos de esos paisajes son espectaculares.

Galisteo a la vista
Nos acercamos a Galisteo, defendida por una imponente medalla almohade erigida con cantos rodados. Un café y continuamos hasta Carcaboso.

Uno de los miliarios del "Parque de los Miliarios", de Carcaboso
La Vía de la Plata está cuajada de los miliarios con los que los civilizadores romanos jalonaban el camino. Algunos acabaron en manos de particulares y han podido ser rescatados, según nos cuentan en uno de los alojamientos en los que pernoctamos. En Carcaboso han instalado varios junto a la iglesia de Santiago. Quedan curiosos y propician que el visitante, que ya ha tenido ocasión de fotografiarse en otros a lo largo del camino, disfrute de un rato de solaz. Pero...

El cafre que no cesa
... la invasión de los cafres se extiende imparable. En el interior de este elemento, que no sabría identificarles y que desde luego no es un miliario, han encontrado una papelera a la que, de añadidura, han pintarrajeado con aerosol. Lástima. Consten los perpetradores, en lugar destacado, en el rol de cafres, si es que caben en él, la lista es inmensa.

Por fin, el arco de Cáparra
Tras más de una veintena de kilómetros recorridos en solitario, sin ninguna población intermedia, aparece ante el peregrino el arco de Cáparra, símbolo de la Vía de la Plata en su recorrido por Extremadura. Lo vemos grabado en el mármol de los cubos indicadores del camino que la Junta ha instalado por doquier y que junto con las célebres flechas amarillas tanto ayudan al caminante, y en numerosos paneles explicativos. Es una alegría conocer los restos de la ciudad romana, que nunca habíamos visitado.

Vista parcial de Cáparra
Un puñado de turistas, a los que nos sumamos con nuestras mochilas a cuestas, recorre los restos romanos. Descansamos en el centro de interpretación. Como curiosidad les diré que han programado representaciones del Festival de Teatro Clásico de Mérida: cuando llegamos andaban con los preparativos: tras el escenario, el espectador tiene la vista del arco, si es que no la tapa algún decorado.