lunes, 31 de marzo de 2014

Perniciosos enganches

Hace tiempo que tengo en las mientes dedicar unas líneas, y un hueco en la sección "Rol de cafres" de este blog, a los usuarios de esos artilugios que tienen como misión sujetar un remolque a un vehículo. Chismes infernales, como el que aparece en la fotografía que ilustra esta entrada.
De mi experiencia de observador de campo, resulta lo siguiente:
a) De aquellos vehículos a los que veo con frecuencia y que están dotados con enganches, ninguno ha portado jamás un remolque, salvo improbable error u omisión.
b) Muchos de los "bolos", o como popularmente den en llamarse los artilugios, están instalados en esas aventajadísimas versiones del Land Rover de toda la vida, solo que no son como aquellos duros y versátiles automóviles, simplicísimos pero prácticos, que facilitaban los desplazamientos a las gentes de posibles por sus fincas más o menos productivas. Ahora son lujosas máquinas, de carrocerías brillantes, dotadas de todas las siglas habidas y por haber que denotan que uno se encuentra ante una maravilla de la ingeniería. Tanta virguería me hace sospechar que poco pisan el campo los cochazos, misión para la que no hacen falta tantos extras. A uno le da por pensar que, del mismo modo -y según Gómez de la Serna- que quien pedía agua en una visita era un conferenciante frustrado, quien ahora se sube a esos monstruos de la carretera tiene vocación frustrada de tanquista. O algo así.
c) Descartado el uso de los enganches para su misión original, doblemente descartado en el caso de los superferolíticos tanques de la vida civil, la única misión que amerita a los jierros que asoman por la popa es la de fastidiar al vecino de aparcamiento. Hágase un censo de matrículas abolladas y paragolpes delanteros (antes decíamos parachoques, pero como hay que hacer eufemismo de todo...) jeringados. Comprobaremos empíricamente que el ingenio se ha convertido en un ariete para hacer campar por sus respetos al malauva que los instaló. Y, de añadidura, constituyen una magnífica defensa (a veces son una aberrante exhibición de priapismo motorístico) contra el golpecito de quien intenta estacionar junto al bólido armado.
d) Esta costumbre de erizar los coches va en aumento.

En consecuencia, propongo que no permitan que  instalen los jierros quienes no tienen remolque, y que en el caso en que sí disfruten de carricoche, cuando no lo usen  los envainen (los jierros), como corresponde a la sana urbanidad y decencia, para evitar impúdicos rozamientos a los vecinos. Así sea.

martes, 25 de marzo de 2014

Banderillero furioso

Como no he encontrado una foto o dibujo apropiado al caso, me permito la licencia de ilustrar esta entrada con un perro monumentalmente enfadado, aunque quizá no tanto como lo estuvo el protagonista de la historia (siglo y pico después, quizá historieta) que recoge ABC en su edición del lunes, 14 de noviembre de 1910. Veamos:

"SUCESOS -- Banderillero furioso.
Uno de los banderilleros de la cuadrilla de aficionados taurómacos que ayer actuó en la plaza de todos de las Ventas del Espíritu Santo, furioso porque no pudo clavar ni uno solo de los rehiletes, los tiró con ímpetu en distintas direcciones, con tan mala fortuna, que uno de los palos quedó clavado en la pierna del director de lidia, Julián Cabrero (Cabrerito).
Conducido a la enfermería, tuvo que esperar la llegada del doctor, que tardó hora y media. Durante todo ese tiempo tuvo la espina clavada.
Después de curado de primera intención, fué [sic] conducido a su domicilio."

Hogaño, la noticia aparecería en mil televisiones, en cuatrocientas mil tertulias, y provocaría:
a) La alegría de los antitaurinos: "asesino, en el pecado llevas la penitencia", u otra locución de análogo significado aunque de distinta forma, teniendo en cuenta que, con toda probabilidad, los manifestantes no profesan el catolicismo ni nada que se le parezca.
b) Manifestaciones del banderillero, emocionado y con lágrimas corriendo por sus mejillas, pidiendo perdón a la afición, "no volverá a repetirse".
c) Manifestaciones del diestro herido, disculpando al subalterno, desmentidas por las expresiones que se le captaron cuando creía que el micrófono estaba cerrado: sólo nos atrevemos a reproducir que se ciscaba "en los muertos tos" del desaforado lanzador de banderillas.
d) Manifestación de los de marea blanca por la demora en la atención al torero herido, debida sin duda a los gravísimos recortes en sanidad, que "ya alcanzan a la fiesta nacional", hasta tal punto que hubo de seguir el herido su recuperación en su domicilio particular, so pena de esperar la misma en los pasillos del hospital, por falta de camas, debida a la "palmaria imprevisión y nefasta gestión de las autoridades." [Populares, por supuesto].
e) Manifestaciones contundentes del sector más progresista de la marea blanca, que niega que se tenga que hablar de la "fiesta nacional", puesto que actos de salvajismo no deben cobijarse bajo tal epígrafe, más adecuado para días que tengan que ver con la liberación del pueblo de la tiranía de los oligarcas [Un gracioso de la coordinadora pide que se hable de "olicarcas", risas, aplausos]. Todo ello sin perjuicio de pedir la dimisión del consejero de Sanidad y de la ministra del ramo, por la pésima asistencia sanitaria.
f) Manifestaciones de los protaurinos, ciscándose en las mulas de los antitaurinos.
g) Manifestaciones del consejero de Interior de la Generalidad de Cataluña: "Aquí, esto no habría pasado. ¿Ven como era pertinente prohibir las corridas [de toros] en Cataluña?

Y un largo etcétera. Amén.

domingo, 23 de marzo de 2014

Suárez: sin miedo a la libertad


La democracia española tiene varios protagonistas, en sus inicios: El Rey, Adolfo Suárez, Fernández de Miranda, una multitud de políticos de todas las polaridades, y el pueblo español. Hoy se nos ha ido Suárez, presidente sin miedo a la libertad.
Hace algunos años me publicaron en ABC un artículo, que pueden consultar en el siguiente enlace: pulse aquí
Me ratifico en lo que pedí en vida del expresidente, ahora ya con él muerto: en Zafra debería dedicarse una calle o algún monumento a la memoria del estadista.
Descanse en paz.