domingo, 23 de noviembre de 2008

¡Mira que olvidarme!

Con la inmensa duda de si Franco había muerto, cosa que nos han confirmado hace sólo unos días, y con la subsiguiente zozobra, se me ha ido el santo al cielo y se me ha pasado recordar que ayer, día 22, se cumplieron 33 años de la proclamación de Don Juan Carlos como rey de todos los españoles.
Con el permiso de ustedes, prefiero esta efeméride.
¡Viva el Rey!

sábado, 22 de noviembre de 2008

Gracias, muchas gracias

(Fotografía cortesía de J. Víctor Pavón)

El jueves 20 presenté mi libro sobre la historia del hospital de Zafra, del que ustedes venían teniendo noticia. Debo confesarles que fue un acto que me llenó de satisfacción, porque culminaba tres años de trabajo, porque estuve avalado por la presencia de autoridades locales y regionales, porque mi amigo Pablo Ortiz hizo una presentación en la que demostró su brillantez y para la que no encuentro palabras suficientes de gratitud, y porque el público respondió abarrotando el salón del Huerta Honda.
Destaco la asistencia del presidente de la Junta, que siempre se ha mostrado amabilísimo para con mi persona y que inmediatamente respondió afirmativamente a mi invitación. Su presencia en el acto, acompañado de su consejera de Sanidad, merece ser reseñada y queda en mi memoria particular, bien guardada en el armario de los momentos gratos.
Gracias, también, a todos los que me han buscado o me han llamado para felicitarme. Sé que sus palabras son sinceras y también las recojo en ese armario que acabo de citar.
Ahora, lo que queda es que lo escrito les sirva a ustedes de algo, siquiera de entretenimiento. Espero que mi humilde contribución a la historia de Zafra sea provechosa.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Están ustedes invitados.

Jueves, 20-11-2008. 21 horas. Hotel Huerta Honda.
Intervienen: Pablo Ortiz Romero, Dr. en Historia y prologuista del libro. Juan Carlos Fernández, autor.
Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Se acabó el espíritu de la banca Telson

Calma, no hablaré de la crisis aunque el título de la entrada de hoy pudiera sugerirlo. La banca a la que me refiero es la de Historia de dos ciudades, de Dickens, que viene hoy de nuevo a inspirarme.
¿Por qué me refiero a esa casa novelesca del XVIII? Porque, como dice el autor de la novela, cuando en la casa londinense de Telson admitían a un empleado joven lo escondían en alguna parte hasta que se hacía viejo.
Hogaño, tiempos de paidocracia, cosa que tanto obsesiona a Martín Ferrand, la tendencia es la contraria. Mejor el viejo (no rebases los cuarenta, que la liaste) encerrado. Pse, pse... Ni lo uno ni lo otro, ¿no?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Nueva conferencia del Foro

El próximo jueves, día 13, a las 21 horas, y como siempre en Bodegas Medina, celebramos la 8ª conferencia del Foro Zafrense, en la que se tratará el tema El futuro de la energía en España.
Contaremos con la presencia de Dª Mª Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear de España (www.foronuclear.org).
Están ustedes invitados.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Presentación del libro


He recibido varios correos, algún mensaje en el blog y varios vecinos me han preguntado sobre el sitio y hora de la presentación de mi libro sobre el hospital. Debo decirles que, en principio, será el 20 de noviembre, a las 21 horas. El lugar se anunciará oportunamente, puesto que aún no está cerrado. Agradezco el interés de quienes han preguntado, y les ruego estén pendientes del anuncio definitivo de fecha, lugar y hora.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Refinería, ahora, sí

Vaya, vaya. Me llevo la sorpresa del día cuando en "Hoy", en la edición de hoy domingo, entrevistan al candidato a la presidencia del PP de Extremadura, José Antonio Monago, quien ahora se manifiesta favorable a que se instale en Tierra de Barros la refinería del grupo Gallardo. Transcribo los argumentos:
Creo que la refinería si se hubiese podido poner en otro sitio mejor, pero si no hay otro sitio alternativo porque así lo dicen los estudios de la empresa, y si cumple además con todos los requisitos medioambientales, habrá refinería en Tierra de Barros. En un estado de derecho, un señor que presenta un proyecto que cumpla con la normativa tiene que salir adelante.
Argumento impecable, sobre todo cuando viene de un partido que ha de creer en la libertad de empresa. Cosa curiosa, por usar el mismo argumento en un artículo que publiqué en "El Mensajero", alguien (adivina, adivinanza), me calificó de librepensador. ¿Me permiten ustedes que les transcriba el artículo, aunque sea algo extenso? Ahí lo llevan:

Dígame algo acerca de la refinería, oiga.

En más de una ocasión he comentado en esta misma tribuna de opinión que a los concejales de a pie nos abordan por la calle a diario, bien para pedirnos solución a problemas, bien para denunciar malos funcionamientos, bien para brindarnos sugerencias sobre los más diversos asuntos municipales. Pero también, con frecuencia, los vecinos quieren conocer nuestras opiniones sobre asuntos más o menos candentes.

Tal cosa me ocurrió hace un par de días, cuando un ciudadano anónimo, de esos que te cruzas por la calle sin conocerlos y con el que nunca antes había hablado, me abordó mientras tomaba café. Tras presentarse y preguntarme si tendría inconveniente en dedicarle unos minutos, a lo que asentí, no faltaría más, me espetó sin más preámbulos: “Lo veo en la televisión local, lo escucho en la radio y lo leo en la prensa. Conozco sus opiniones y críticas sobre muchas cosas, todas ellas creo que interesantes. Pero hay algo sobre lo que no le he oído pronunciarse. Me gustaría conocer su opinión sobre la refinería. Eso sí, le pregunto como representante mío, no como miembro de un partido. Y no me eche balones fuera; del mismo modo que exige vehementemente a los socialistas de Zafra que luchen por el hospital y que no se dejen llevar por las instrucciones de arriba, porque van contra el pueblo, yo le exijo a usted que se ciña al interés ciudadano, no a consignas”.

¿Cabe una pregunta planteada de un modo más directo y con más enjundia? ¿Qué ha de hacer un político ante tal cuestión, sin saber qué piensa el interlocutor, para no desagradarlo? Porque ya sabemos que muchas veces pretendemos contentar a todos, y eso es imposible. ¿Qué procede, entonces? Pues ser sincero, claro. Uno opina, guste o no, y se arriesga a equivocarse. Pero ese es el juego. Además, con respeto y sentido común (si es posible) uno puede manifestar cuanto le venga en gana. No faltaría más. De modo que, sin más pérdida de tiempo, voy a ello, y le respondo:

“Mis ideas me dicen que la sociedad civil debe asumir el protagonismo del desarrollo integral. Las empresas forman parte de esa sociedad, e invierten allí donde encuentran expectativas de beneficio; con ocasión de esas inversiones se crean puestos de trabajo y riqueza. No ocurre lo mismo en las economías de dirección central, en las que el Estado determina en qué invertir, cuánto, dónde y por qué (incluso por razones ajenas al mercado). Felizmente, no es el caso de España, donde nuestra configuración como economía social de mercado es altamente interesante.” Me parece que el ciudadano asiente, me animo, y continúo mi exposición.

“Precisamente por ese carácter social, siempre hay fórmulas para atemperar los posibles impulsos ultra-liberales, mediante sujeción a normas laborales, medioambientales, fiscales, de todo ámbito. Es decir, aquí lo que cuenta es el Imperio de la Ley. En consecuencia, lo que hay que hacer es que esta se respete, se acate, se cumpla. Punto. Caso contrario, existen medidas de carácter administrativo o judicial para exigir su cumplimiento. Este es el juego. Y como estamos en una democracia, la seguridad jurídica es fundamental. Es vital que el ciudadano, incluyendo en esta categoría al empresario, sepa a qué atenerse. No son admisibles modificaciones de la ley a favor o en contra de una persona.” Tras una breve pausa para tomar algo de café, continúo:

“Por lo demás, el debate no es si tiene que haber, o no, una refinería en Extremadura. Es si el proyecto concreto, de un empresario determinado, para invertir en un lugar específico, se ajusta o no a derecho. Para tal cuestión no hay más que respetar los procedimientos administrativos establecidos. Porque, si el empresario ha elegido una ubicación, por algo será. No hay nadie con fuerza de obligar (moralmente, claro, la violencia es otra cosa) a un empresario a invertir donde no desee. Ni es sensato plantear la ubicación de otro tipo de industrias como alternativa exigible, porque no se puede forzar la voluntad empresarial. Por lo demás, ¿qué tipo de empresas tendrían que constituirse? ¿Quién va a instar a su creación? ¿Estamos en un Estado marxista? ¿Deben las administraciones públicas crear polos de desarrollo en pleno siglo XXI?”

Me interrumpe el vecino, y me plantea otra cuestión: ¿qué pasa con el desarrollo sostenible? Allá va mi respuesta:

“Pues mire, he oído comentar muchas veces que el futuro de Extremadura pasa por el desarrollo sostenible, por las energías renovables (pero ojo con la eólica, ¿eh?), por el turismo rural, etcétera. Todo eso está francamente bien. Pero no conozco ninguna tortilla que se haya hecho sin romper previamente los huevos. Algo de coste medioambiental tiene cualquier actividad humana. Para eso se inventaron los medios correctores. Además, el desarrollo ha venido siempre de la mano de la industrialización. Al menos lo que hasta ahora entendemos por desarrollo. Es imposible nuestro estado del bienestar sin un crecimiento económico sostenido. Y no todas las actividades económicas, por muy medioambientales que sean, tienen la capacidad de generar los puestos de trabajo, esto es, la riqueza, que todos desearíamos”. Continúo con mi tesis:

“La industrialización es la que ha facilitado el crecimiento, entre otros, del sector vitivinícola. Esto es, las empresas que se dedican a molturar, embotellar, destilar, utilizar subproductos, etcétera, ponen a disposición del consumidor mercancías que hacen rentable la explotación agrícola. De no ser por el desarrollo industrial esto no sería posible. Otro ejemplo: imaginen nuestro campo sin productos fitosanitarios, producidos por la industria, que garantizan la salud de los cultivos. Sería imposible abastecer los mercados. No es viable pensar en sistemas de producción de siglos atrás. Eso sí, insisto, también la industria debe avanzar en el respeto medioambiental. Y se le debe exigir que implemente los más modernos sistemas. A todas las industrias. Fíjese que hace no muchos años, una alcoholera sufrió un escape de gas clorhídrico, si no recuerdo mal; estaba situada en pleno casco urbano de Villafranca de los Barros. Y cuando empezaron a sonar voces pidiendo su traslado, muchos cooperativistas pusieron su grito en el cielo, porque esto podría ir contra el desarrollo económico del sector”.

No me resisto, y continúo mi razonamiento: “Me consta que lo que sí puede haber es un problema de marketing. Pero un problema de esta naturaleza se resuelve con una política de marketing en sentido contrario, para anular los efectos perjudiciales. Y se me ocurre que la empresa propietaria de la futura refinería, con una inversión prevista de más de cincuenta mil millones de pesetas no debería encontrar mucha dificultad en colaborar, aportando una cantidad adecuada, con el sector vitivinícola, con la Denominación de Origen, con los productores de aceite de oliva. Esto facilitaría el diseño de una campaña de promoción y prestigio de los productos de la zona. Quizá alguien debiera explorar esa posibilidad”.

Mi interlocutor me interrumpe y me dice que suena que hay favoritismos por parte de la Junta. Y yo le contesto que, si así fuera, se proceda contra la Junta, contra la empresa y contra el Sursumcorda. Pero que eso hay que demostrarlo. En cualquier caso, ¿qué pasaría con La Caixa? ¿Habría que impedirle abrir más sucursales? El Estado, en todas sus manifestaciones, tiene en sus manos medios más que suficientes para corregir los desvíos contra la ley.

El anónimo vecino, acaso porque mi contestación le parece excesivamente extensa, o porque tiene una natural tendencia a no fiarse mucho de lo que escucha a los políticos, o más probablemente porque quiere irse con la cuestión meridianamente clara, me plantea una última cuestión: “Mire, yo estoy convencido de que la refinería traerá beneficios para esta zona, si se hacen las cosas como Dios manda. Dígame usted, sin tantas palabras, si está de acuerdo con la refinería donde se va a instalar.”

No es habitual que los ciudadanos nos atornillen tan a modo, pero hay que estar a las duras y a las maduras, así que mi breve respuesta es: “Si ha seguido mi línea argumental verá que coincido con lo que usted acaba de decir; o sea, que estoy a favor. ¿Necesita más claridad? De hecho, ya conozco algún lugar en el que las parcelas de un polígono industrial se venden mejor y la construcción se está animando. Beneficios colaterales. Lo que hace falta (y si como usted dice, las cosas se hacen como Dios manda, no hay por qué) es que no se produzcan daños colaterales”.

El caballero se despide dándome las gracias por el tiempo que le he dedicado y por haberle dicho lo que pienso; claro, que no duda en rematar: “como es su obligación”. “Y mi derecho”, le añado. Pues eso.

Juan Carlos Fernández. Concejal en Zafra. (Publicado en 2005 ó 2006, no recuerdo bien)

sábado, 1 de noviembre de 2008

El perro de Sikes

Me gusta Dickens. He disfrutado con la lectura de algunas de sus novelas, en las que encuentro personajes admirables. Incluso en Historia de dos Ciudades, o en Oliver Twist, donde en ambientes despiadados no faltan protagonistas cargados de humanidad y, por qué no, de caridad cristiana.
Empero, no pierde Dickens ocasión de hacer acopio de ironía y soltar algún puyazo. Así, en la segunda novela citada, hay un pasaje curioso. Uno de los hampones habla del perro repugnante de Sikes socio de correrías de Fagin, del que asegura que está hecho un perfecto cristiano.
No tarda en aclarar el autor que:
Aquello pretendía ser únicamente un tributo a los talentos del animal, pero era acertada observación en otro sentido [...], pues hay muchas buenas señoras y caballeros que se proclaman perfectos cristianos, entre los cuales y el perro del Sr. Sikes existen sólidos y extraordinarios elementos de semejanza.
Supongo que Dickens aprovecha para arremeter contra aquellos dizque cristianos que desoyen sistemáticamente el principal mandamiento de Cristo, amaos los unos a los otros, y olvidan su doctrina: no juzgues y no serás juzgado y otras nobilísimas recomendaciones, mientras golpean sus pechos para cumplir el trámite, mea culpa, mea culpa, cayendo en la terrible hipocresía que el mismo Jesucristo abomina. Personajes que abundan en las novelas, pero que no faltan en las calles. Algunos conozco, portadores de descomunal viga en el ojo. A ver si hay suerte y se les atraganta. O alguien les paga con la misma moneda, que aprendan.