Y ahora, el "viernes negro".
No gana uno para sobresaltos. Fíjense que me levanto esta mañana, pongo la radio, y escucho hablar de un viernes negro, y de gente que toma los centros comerciales. He sintonizado el transistor con la noticia empezada, como les pasó a los oyentes de "La guerra de los mundos", y me abono al pánico. ¿Qué demonios ha pasado? ¿Otro tsunami? ¿Cayó la bolsa? ¿Se dispara la prima de riesgo? ¿Han acertado los mayas, y Zapatero ha anunciado su retorno?
No, hombre, no. Es el viernes negro, día que parece que sucede al de Acción de Gracias, y en el que en América, o en los Estados Unidos, el personal se vuelve loco y arrampla con todo cuanto verdeguea en las grandes superficies comerciales para aprovechar unos precios fenomenales. Menos mal que me entero a tiempo y no me atrinchero en espera del juicio final. Hechas las aclaraciones pertinentes por la locutora, todo queda en paz. Lo dicho, tenemos aquí pocas costumbres, importemos sin demora las americanas. Amén.