martes, 21 de julio de 2009

Vale, veámoslo desde este punto de vista...

Imagen: Periodista Digital

El juez Pedraz, de la Audiencia nacional, proclama que la pitada y abucheos que sufrió el Rey durante la final de la Copa no tienen relevancia penal, puesto que están amparados por la libertad de expresión. El rey estaba en un acto institucional y, aunque no lo parezca (entre otras cosas, porque muchos jugadores, no sé si por efectos de la adrenalina o porque son así, demuestran una monumental falta de cortesía y respeto cuando cumplimentan al Rey) solemne. Se le puede pitar y abuchear. No pasa nada.

Supongamos que el juez, en acto oficial, institucional, presidiendo un juicio en la audiencia, se ve abucheado y silbado. ¿Permanecerá impasible? ¿Tomará medidas contra quienes atentan contra el normal desarrollo de la sesión? ¿Imputará a alguien por desacato o por lo que proceda? Si así es, y me parece que así sucede y así debe ocurrir, ¿por qué en este caso no se admiten como libertad de expresión los gritos de los insolentes? ¿Por qué el Rey sí puede ser tratado de ese modo maleducado y macarra?

sábado, 18 de julio de 2009

Más madera


De la chistera (sombrero, nada que ver con los chistes, aunque lo parezca)
gubernamental no dejan de surgir conejos. Ahora, el Ministerio de Igualdad
sigue a la carga con sus excentricidades, y tiene previsto que en la adjudicación de contratos públicos la igualdad entre hombres y mujeres sea un criterio. Lo leo en ABC y no doy crédito.
De modo que las empresas que no "permitan la participación equilibrada entre hombres y mujeres en los ámbitos de decisión, así como el acceso de las mujeres a los puestos de mayor responsabilidad", tendrán menos puntos en los concursos. Además, se exigirá redactar un exhaustivo plan de igualdad en las empresas de cierta envergadura.
Chupa del frasco, Carrasco. Qué más da si tienen los mejores medios, si sus cuadros están capacitados y tienen experiencia, si aquilatan los precios, si aportan garantías de solvencia. Ea, al carajo el sentido común, una vez más. Además, a perder tiempo redactando planes sin sentido. Empezaron por la majadería de las cuotas en las candidaturas electorales, y ahora elevan al absurdo la manía progre.
Digo yo que las empresas contratarán a quien le salga de las mismísimas narices buscando siempre el mejor rendimiento, para lo cual fichan a los más capacitados, sean hombres o mujeres. Item más: la sociedad civil se organiza como le viene en gana. El Gobierno no tiene por qué entrometerse en las estructuras internas de personas físicas o jurídicas totalmente privadas.
Más vale que el Ejecutivo deje a los empresarios en paz, que bastante tienen con subsistir, y se dedique a buscar soluciones a los graves problemas de la economía nacional. A base de querer hacernos vivir en una especie de país de las maravillas, nos llevan de cabeza al desastre. ¡Cuánta tontería, Señor!

miércoles, 15 de julio de 2009

Viejas máquinas de hilvanar sueños

Como hoy cada cual tiene su imprenta en casa, no echamos de menos las viejas máquinas de escribir. Ahora no necesitamos del tippex, curioso papelillo corrector, ni del lápiz de goma de borrar coronado por una escobilla. Ya no nos tiznamos con el cambio de cinta ni con el engorroso papel carbón. Nuestros modernos ordenadores, provistos de los versátiles procesadores de textos, nos insuflan ínfulas de Plantino, y convierten a los escritorios de hogaño, junto con otras gollerías tecnológicas, en un cálido nido de tecnoburócratas, covachuelistas posmodernos felices y entusiastas.
Pero, qué quieren que les diga. Con frecuencia añoro el castizo repiqueteo del teclado de la Hispano-Olivetti, a la que conservo en mi oficina como reliquia, bajo severa advertencia de graves males a quien ose, o siquiera pretenda, depositarla en Bru.
La verdad es que un servidor ha tenido siempre afición por la letra impresa, en todos sus estadíos. Tal vez por ello mis abuelos me regalaron, allá por 1972, mi primera máquina de escribir, de la curiosa marca Orient, como los relojes. Créanme que fue algo muy especial: pusieron en mis manos una herramienta que utilicé para darle alas a mi imaginación, que me sirvió para evitar tantas veces la endemoniada lectura de mis manuscritos, emborronados con una letra que hago cada día peor, hasta el punto que ni yo mismo la entiendo muchas veces. Aquella maquinita portátil y otras más modernas y sofisticadas que aún conservo, tienen buena parte de la culpa de mi afición por escribir. Así que hoy, casi cuatro décadas después, me permitiré dejar constancia aquí de un pequeño homenaje a la Orient y a quienes me la regalaron, muy especialmente.
Ellos ya no tienen que soportar el machaqueo del aprendiz del método ciego, ni el teclear inspirado de un joven aficionado a gastar tinta. Ahora, la música que deben de escuchar es otra, dicen que celestial. Es posible, no obstante, que algún día que me levante con espíritu algo gamberro coja la dichosa Orient y le dé caña al qwerty largo y tendido, que hay cintas que no se gastan. A lo mejor, allá arriba reconocen el tecleo. Seguro que sí. Y sabrán lo que les escribo. Cosas nuestras. Y sonreirán, claro. Como tantas veces.

martes, 14 de julio de 2009

Especial interés


Aunque ya tengo dicho que no me gusta escribir de encargo, me apresuro a satisfacer la curiosidad de un lector anónimo que, a juzgar por el tuteo, me ha de conocer bien y, en vista del uso de mayúsculas, expresión de vehemencia, desea conocer presto mi opinión sobre los temas de corrupción cercanos al PP en los que están imputados algunos de los fuertes del Partido, entre ellos el Sr. Camps.
Pues mi opinión es sencilla. Después de los despropósitos de la época de Felipe González, con los consabidos casos de Filesa, el BOE, los fondos resrvados, etcétera, que agitaron la vida política hace años, creo que la gente quedó muy sensibilizada y detesta que los partidos se financien irregularmente.
La corrupción es deplorable, claro. Lo que pasa es que, según tengo entendido, aquí no se trata de casos de corrupción organizada que beneficie las arcas del PP. Creo que nadie encausa tal cosa. Dicen -y habría que investigar las filtraciones desde las sedes judiciales- que presuntamente alguno pueda haberse lucrado personalmente.
Conclusión: el que la haga, que la pague. Eso sí, como estamos en un estado de Derecho, la presunción de inocencia es insoslayable. Hasta que no haya sentencias firmes, no hay nada. Y si las sentencias son absolutorias, que se repare el daño causado.
Respecto de Camps: me parece una persona honrada, y creo que todo quedará en humo.
De cualquier modo, nos queda entretenimiento para rato. Ya sabes que en la otra acera anda la cosa de Chaves, persisten dudas sobre quién pagó algunas cacerías, etcétera.
Insisto: que la justicia proceda con rectitud. ¿Qué otra cosa puede esperarse?

viernes, 10 de julio de 2009

El PIB, macho


¡Ay, ay! Quién nos iba a decir que doña Leyre nos iba a dar tanto juego. No acabo de reponerme del deslumbrante liderazgo cósmico (¿cómico?), del que encontramos un avance en la impagable portada de ABC de hoy, cuando me entero que la secretaria de Organización del PSOE nos hace saber urbi et orbi que el PIB es masculino y que, consecuentemente, hasta que las principales decisiones no las tomen las mujeres, no llegará el cambio.
Bueno, nuestro Producto Interior quizá sea bruto en tanto que macho. Lo que pasa es que con la crisis (¿es hembra?) está en proceso de emasculación.
En fin, sexo y género, lenguaje políticamente correcto y un tanto de tontería dan lugar a estas cosas. O a lo mejor son las calores del verano. Menos mal que el Gobierno va a solucionar todo. O, al menos, lo que piden las autoridades catalanas. Lo demás, ya se verá.