jueves, 26 de abril de 2012

Tertulia de hoy

El problema de abarcar mucho, como bien dice el refrán, es que se aprieta poco. Y si se pretende ir contra el dicho, lo más probable es que acabe uno de los nervios. De modo que me doy de bruces con la penosa realidad de que hace dos meses y medio que no les pongo nada a mis lectores en el blog, cosa que me malicio que en nada les aflige, aunque a mí me desazona el no escribirles aquí alguna cosilla de cuando en cuando, debido a habérseme juntado cosas del CIT, del FORO y de otros menesteres. Aprovecharé que me he metido en otro charco (me llaman de Canal Extremadura Radio para participar en una mini-tertulia los jueves a las 20,30 y evidentemente acepto, ya saben que mi osadía no conoce límites), para plasmarles aquí algunas de las cosas que he dicho en el espacio referido. Quizá esta sea buena razón seguir en contacto con ustedes, amables lectores. La verdad, echaba de menos este invento del blog. Y, si entre semana, se me ocurren otras cosas, haré un esfuerzo para seguir rellenando páginas.

En fin, al grano. Entre las cosas por las que me preguntan hoy está la cuestión de si la estabilidad laboral de que gozamos los funcionarios (léase todo tipo de empleados públicos) justifica los sacrificios que se nos imponen.
Mi respuesta:
1.- Los empleados públicos estamos muy a mano (ergo, somos cash inmediata). De modo que, en los casi 27 años que llevo en la Administración, recuerdo -espero no errar- cuatro congelaciones salariales, más la reducción del Gobierno Zapatero.
2.- Es injustificable el argumento de la correlatividad entre estabilidad y medidas salariales adversas (Jesús, qué bien me ha quedado esto último, qué políticamente correcto). En primer lugar, porque la estabilidad laboral hay que predicarla no sólo para los trabajadores públicos, sino también para los del sector privado. Segundo, porque nuestro puesto lo hemos ganado por oposición, no se nos ha dado en ninguna tómbola. Tercero, porque la estabilidad no es sino la garantía de la profesionalidad y neutralidad. No creo que tengamos que volver a los tiempos de la Restauración, con los cesantes buscando angustiados un carguito (Galdós describe magistralmente aquéllos tiempos y usos), porque cuando ganaban los del partido A, los del B iban a la calle, y viceversa.
3.- Serían más comprensibles y explicables las medidas adoptadas si los políticos ajustasen aún más sus emolumentos. No es lo mismo que un alto cargo que gana 5.000 euros al mes se reduzca un 10%, que a un trabajador que gana 900 (que los hay en la Administración, oiga) le disminuyan el 5%. Además, las Administraciones públicas deben ajustarse el cinturón varios agujeros más, disminuyendo el gasto corriente todo lo que puedan.
5.- Doy por bueno otro sacrificio, si las medidas sirven para salir del agujero en que nos encontramos, y miro el futuro con esperanza, aunque ustedes comprenderán que con un pésimo humor, por cuenta de la enorme pérdida de poder adquisitivo que llevamos acumulada a lo largo de lustros.

Aunque no lo dije en el programa, me parece que sería oportuno que se planteara una reducción de diputados (nacionales, autonómicos, provinciales), senadores, concejales... No se trata de desmochar el sistema democrático, pero en nada sufre la representación si en vez de 350 diputados hay 300, etcétera, etcétera. Eso sí, se plantea un problema grave para los aspirantes a esos puestos. Mucho me temo que de lo propuesto, nada de nada.

En fin, espero que mi retorno a esta página no les resulte demasiado pesado. Vale.