martes, 21 de diciembre de 2010

Feliz Navidad


Feliz Navidad y próspero 2011

Adoración de los Magos. Botticelli. Galería Uffizi. Florencia.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Energúmenos en la universidad

No me gustan nada las aglomeraciones y detesto con todas mis fuerzas las algaradas. Me fastidia mucho, por tanto, que no falte telediario sin su caterva de cafres destrozando cabinas de teléfonos, contenedores o, en el colmo del atrevimiento, vehículos policiales. Cuando la protesta desborda sus cauces, pasa de ser un legítimo y saludable derecho a convertirse en una especie de hidra desbocada, en un desahogo de mequetrefes que no conocen más límites que los que les marca su propia estulticia.
Con ser preocupante la proliferación de desmanes, me resulta más escandalosa, si cabe, la traslación del griterío y la afrenta a los campus universitarios, lugares donde se supone que pulula una juventud comprometida, ansiosa de espolvorearse la ignorancia, y con ella la superstición, deseosa de conocer y formarse.
Seguro, claro, que los más de los estudiantes están imbuidos de ese espíritu, gaudeamus igitur, pero no faltan quienes aprovechan cada oportunidad que se les presenta para demostrar que son unos descomunales intolerantes, alejados del espíritu crítico, huérfanos de educación y respeto; es decir, fuera de los más elementales cánones por los que deberían regirse aquellos a quienes la sociedad pone a su disposición la institución universitaria para que se mejoren a sí mismos y para que colaboren con el conocimiento adquirido a mejorar la vida a sus compatriotas.
Es repugnante que un puñado de elementos virulentos impida a determinados oradores expresar, en dependencias universitarias, qué piensan acerca de cuestiones de interés social, haciendo uso para ello del contundente expediente del abucheo, del insulto, del griterío; de la agresión, en definitiva. Se envalentonan los desaprensivos, al socaire de la razón de la fuerza, y gritan “fascista” a quien acude pacíficamente a dar su opinión. Comportamiento que, automática e inexorablemente, convierte en fascista a quien lo practica o predica, por muchas pancartas, pegatinas, chapas o pelambres que se exhiban, mientras que el orador frustrado queda como víctima, les guste o no.
Digo yo que sería más inteligente escuchar y, después, preguntar y debatir. Lo demás es alboroto insulso, cosa de antiguos e incivilizados. Me parece a mí, oiga.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Todo por la copa

Ya sé que escribo con retraso, que el partido entre el Ajax y el Real Madrid es historia y que ahora lo más cool (como diría un moderno) es analizar, criticar, desbarrar, describir o, más sencillamente, charlar sobre el choque, el pasado lunes, entre los dos grandes españoles. Pero no me resisto, aunque tarde, a evocar el penoso espectáculo extradeportivo que dio el Madrid en Ámsterdam.

No entraré en profundidades sobre el partido por una razón insoslayable: entiendo poquísimo de fútbol, lo que no me impide disfrutar con un buen partido sin necesidad de entrar en análisis estadístico de los kilómetros que recorre un jugador, ni de comprender los intríngulis del movimiento de los futbolistas por el terreno de juego, ni de disponer de un conocimiento preciso de la anatomía de los jugadores, para saber qué músculo, tendón, hueso o ligamento se ha jeringado cuando alguno se revuelca por el suelo. Salvadas estas dificultades derivadas de mi ignorancia, creo que no hace falta ser un lumbrera para entender que la táctica del entrenador Mourinho para aliviar de tarjetas amarillas (qué cosas, antiguamente eran blancas) a un par de pupilos, que así llegarán más tranquilos a futuros partidos posiblemente más complicados, es una marrullería sonrojante. Es decir, una trampa bochornosa. Un fraude, oiga.

¿En qué se basa esto? Pues en la convicción de que todo vale con tal de subir otra copa a la vitrina. Lo de siempre, el fin justifica los medios. Y, ¿cuál es el problema? En mi opinión, como son legión los seguidores del fútbol, del Real Madrid y de su actual entrenador, muchos de ellos darán por buena la trapacería. Y entre las miríadas de seguidores también pululan jóvenes que encontrarán, en uno de sus referentes más acreditados, ejemplos nada convenientes. Another brick on the wall (¿a que queda chulo dicho en inglés?). Otro ladrillo en el muro que levantamos día a día para separar a esta sociedad del sentido común, del respeto, de la moral ciudadana.