lunes, 20 de diciembre de 2010

Energúmenos en la universidad

No me gustan nada las aglomeraciones y detesto con todas mis fuerzas las algaradas. Me fastidia mucho, por tanto, que no falte telediario sin su caterva de cafres destrozando cabinas de teléfonos, contenedores o, en el colmo del atrevimiento, vehículos policiales. Cuando la protesta desborda sus cauces, pasa de ser un legítimo y saludable derecho a convertirse en una especie de hidra desbocada, en un desahogo de mequetrefes que no conocen más límites que los que les marca su propia estulticia.
Con ser preocupante la proliferación de desmanes, me resulta más escandalosa, si cabe, la traslación del griterío y la afrenta a los campus universitarios, lugares donde se supone que pulula una juventud comprometida, ansiosa de espolvorearse la ignorancia, y con ella la superstición, deseosa de conocer y formarse.
Seguro, claro, que los más de los estudiantes están imbuidos de ese espíritu, gaudeamus igitur, pero no faltan quienes aprovechan cada oportunidad que se les presenta para demostrar que son unos descomunales intolerantes, alejados del espíritu crítico, huérfanos de educación y respeto; es decir, fuera de los más elementales cánones por los que deberían regirse aquellos a quienes la sociedad pone a su disposición la institución universitaria para que se mejoren a sí mismos y para que colaboren con el conocimiento adquirido a mejorar la vida a sus compatriotas.
Es repugnante que un puñado de elementos virulentos impida a determinados oradores expresar, en dependencias universitarias, qué piensan acerca de cuestiones de interés social, haciendo uso para ello del contundente expediente del abucheo, del insulto, del griterío; de la agresión, en definitiva. Se envalentonan los desaprensivos, al socaire de la razón de la fuerza, y gritan “fascista” a quien acude pacíficamente a dar su opinión. Comportamiento que, automática e inexorablemente, convierte en fascista a quien lo practica o predica, por muchas pancartas, pegatinas, chapas o pelambres que se exhiban, mientras que el orador frustrado queda como víctima, les guste o no.
Digo yo que sería más inteligente escuchar y, después, preguntar y debatir. Lo demás es alboroto insulso, cosa de antiguos e incivilizados. Me parece a mí, oiga.

4 comentarios:

PPK dijo...

Estoy de acuerdo con el fondo de su comentario, pero creo que es algo sesgado: no sólo se grita "fascista", también, en la universidad, he visto y oído gritos como "asesino", "rojo", etc... Y no iban dirigidos, precisamente, a "fascistas" como usted dice. Se me vienen a la memoria actos reventados a Felipe González, Santiago Carrillo... Por cierto, los desaprensivos (por utilizar su terminología) no llevaban chapas, ni pelambreras. Más bien eran chicos de pelo corto y ropa de marca. En fin, que en todas partes cuecen habas.
Ah, y si parece lo que no es, yo reniego de unos y de otros. Pero creo que ahora la cosa queda en su justo término, ya que parecía por su comentario que los "revientaconferencias" eran todos de un mismo aspecto e ideología. Y me temo que no.
Saludos.

Juan C. Fernández dijo...

Amigo PPK, los energúmenos lo son sean del color que sean. Lo mismo me da que boicoteen actos de Fraga que de Carrillo. Se puede estar en desacuerdo con cualquiera de los dos, incluso con ambos, pero hay que escuchar.
Por supuesto, también me es indiferente que lleven chapas y pelambreras, o gomina y chaqueta azul. No he pretendido circunscribr mi entrada a los de una ideología, aunque haya podido parecerlo.
Gracias por el comentario,

Anónimo dijo...

Sí creo su rectificación, pero la verdad es que a los de la gomina y chaqueta azul no los nombra usted en su artículo.
Será el subconciente.
Saludos.

PPK dijo...

Este fin de semana han intentado boicotear un acto de Joan Laporta en Valencia. ¿Ha visto usted las imágenes? ¿Cuántas pancartas, pegatinas, chapas o pelambreras ha visto usted?
Ya ve...
Saludos.
PPK.