domingo, 17 de diciembre de 2006

Cuotas: ¿enchufismo "de género"?

Rescato de la hemeroteca un artículo que publicó Ambrosio de Argüelles, hace ya año y pico, en "La Crónica de Zafra".


Algunas modas recientes me provocan cierto rechazo, no sé si porque mi sentido estético esté algo anquilosado o por una cuestión de manifiesta ignorancia sobre lo in y lo out. No comprendo, por ejemplo, eso de los piercings, cosas metálicas ancladas en toda la geografía humana, que se me antojan dolorosas y horribles. Tampoco me entra en la cabeza el que los jóvenes lleven los bluyines rotos, hace años los hubiésemos llamado pordioseros.

Pero hoy, o tempora, o mores, esto es lo más normal, y a nadie llama ya la atención. Por lo demás, estos usos no deben de tener mayor importancia, salvo porque las cosas del atuendo tienen mucho que ver con la postura de cada cual ante la sociedad. Algo de esto tiene escrito mi colega, y sin embargo amigo, Amadeo de Argángary.

Pero hay otro tipo de moda que me gusta aún menos, y que está en boga en ámbitos en los que sí nos afecta directamente lo que ocurra como consecuencia de ella. Me refiero al marco político, en el que unos empezaron con la cosa de las cuotas femeninas, y ahora todos quieren copiar. Además, hay que añadir la tendencia a la paidocracia, de la que tanto abomina el maestro Martín Ferrand. Ambas pudieran ser, entre otras cosas, muestras del papanatismo político y de falsa progresía.

Me ocuparé de la primera manifestación, la cuota femenina. Me resulta escandalosa, por varios motivos. Primero, por lo que supone de discriminación: entiendo que en la política, como en todo, deben asumir responsabilidades los más idóneos. Por tanto, las cuotas restan ocasión de participar a otros que, quizá con más mérito, deben quedar relegados para satisfacer la exigencia de la tontuna progresista.

En segundo lugar, y esto me parece más grave, creo que es un sistema ofensivo hacia las propias mujeres. Así, cuando acceden a cargos o puestos por ser cuota parte, entiendo que se las está manipulando, incluso se atenta contra su dignidad. Siempre quedará la sensación de que están ahí por ser mujeres, no por sus méritos. Podría hablarse de algo así como enchufismo de género. Si yo fuera mujer creo que me molestaría enormemente este sistema salvo, claro, que todo valga para acomodarse.

Creo en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero no creo que ese engendro de las cuotas sea el camino adecuado. El mérito y la capacidad no deben tener relación con el sexo. Quizá pudiera darse el caso de que en unas listas hubiera más mujeres que hombres, o al revés. Pero sin sujeción a cuotas.

Eso sí, si al llegar la hora de la verdad la elegida resulta ser una petarda, no se les ocurra criticarla, porque serán unos machistas guarros. Pero no lo son, claro está, los que las utilizan para captar el voto de mujeres, suponiendo que las mujeres voten una lista por el hecho de que figuren en ella más colegas de género. ¡Cuánta tontería, Señor!

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