jueves, 31 de agosto de 2017

Pausas en el camino (IV)

Impresionante Salamanca monumental

En Salamanca
Tomamos habitación en un modesto hotel de una estrella (Le Petit Hotel), que hace honor a su nombre. Sin embargo, está céntrico, a cinco minutos de la Plaza Mayor, tiene aire acondicionado y la habitación es cómoda.
Nada que resaltar del establecimiento cercano en el que comemos, uno más.
La cena la hicimos en uno de esos establecimientos muy orientados al turismo, en la calle Libreros. El menú está bien y no es caro. La terraza es agradable y entretenida. Pero... Falla el vino. No es que sea malo. Es que sólo te ponen una copa para toda la cena. De modo que, como el peregrino necesita algo más de condumio, que para eso lleva muchos kilómetros a pie, pide otra. En ningún momento pretende que se la regalen, si hay que pagarla, se paga. Punto. El camarero nos dice que la traerá... Pero no lo hace. No reclamo. En otras circunstancias lo habría hecho, pero quizá por el cansancio (por patear Salamanca no ha habido siesta, y a los kilómetros matutinos hemos sumado otros urbanos) me resigno y me conformo con una sola copa. Qué le vamos a hacer.
Por la mañana desayunamos con servicio al por mayor (no es que te pongan un desayuno copioso, sino que te atienden como si hubiera doscientos clientes en la barra) y despachados por un joven nada agradable (me malicio que preferiría estar del otro lado de la barra), en un establecimiento que está destinado a los trasnochadores que han disfrutado de la noche salmantina y reponen fuerzas antes de, suponemos, retirarse a sus aposentos.

En El Cubo del Vino
Sugerente nombre el de esta localidad zamorana. Hoy hemos acortado la etapa, pues recorrerla en su integridad suponía caminar 36 kilómetros a pleno sol. Somos peregrinos, pero no masoquistas y, si bien en primavera la habríamos cumplido en su totalidad, en pleno agosto no parece procedente. De modo que abreviamos unos 15 kilómetros.
En El Cubo andan de fiestas o de domingo y todo está lleno. Paramos en un restaurante muy anunciado, y preguntamos por la comida: hasta las 14 horas no sirven, y aun es la una y pico. Para hacer tiempo, pido dos cervezas. No me las pone la camarera. Espero paciente, y atiende a otros clientes. El peregrino debe resultarle poco distinguido. Pido a otro camarero: dos cañas. Supongo que a causa del ruido, entiende dos cervezas de esas que llevan limón incorporado, invento que jamás trasegaría, qué quieren que les diga. Cuando me las sirve, le digo que se ha equivocado, y él dice que es lo que he pedido. Inútil discutir, aunque las retira y, mal encarado, me pone las dos cañas. Las consumimos a galope, pago y nos vamos. Se quedan sin clientes para el comedor.

En Villanueva de Campeán
La Posada del Buen Camino
La comunidad de Castilla y León tiene registrada la marca "Posadas Reales", que distingue a establecimientos rurales que han de cumplir unas condiciones muy exigentes, para alcanzar el objetivo de ofrecer la excelencia en los alojamientos: entre otras muchas cosas, se requiere que el edificio sea de arquitectura tradicional y que esté óptimamente conservado, que el huésped pueda disfrutar de tranquilidad y sosiego, y un largo etcétera.
Nosotros hemos reservado habitación en La Posada del Buen Camino. Con diferencia, el establecimiento por el que más hemos pagado: 79 euros. Efectivamente, hay tranquilidad, la posada es muy bonita y las habitaciones son muy cómodas. Sin embargo, falla el servicio de lavado de ropa, que aunque está anunciado en la web del establecimiento, no nos puede garantizar la dueña, lo que nos produce alguna frustración. Qué le vamos a hacer. Tampoco disponen de servicio de restauración (en la web se anuncia por encargo, pero creo que deben de ser de oferta obligatoria la cena y el desayuno). Esto me importa menos, porque me malicio que el precio sería proporcional al de la habitación.
Pero, feliz hallazgo, tenemos a nuestra disposición a unos metros el bar Vía de la Plata, atendido, cómo no, por una familia. Comemos y cenamos fenomenalmente, y el servicio es estupendo. Además, hemos disfrutado de una escena propia de la España de siempre, algo que se ha perdido probablemente en pueblos más grandes: después de comer, los hombres del pueblo acuden al bar a jugar la partida. Algunos lo hacen con la vehemencia de quienes en ese inofensivo entretenimiento encuentran la desconexión de otras rutinas: elevan la voz, discuten... Y el peregrino disfruta con la escena, porque evoca de inmediato mocedades de casino de pueblo... 
A la hora de la cena reina la tranquilidad, sólo rota mínimamente por el fútbol, juegan el Madrid y el Barcelona: el partido provoca menor vehemencia que la partida. El hijo del dueño y, por la noche la esposa del tabernero, nos hablan del escándalo de los jugadores de cartas: que no nos preocupemos, que no pasa nada, pero que son así... Y los peregrinos le advierten que no nos han incomodado en absoluto, que, al contrario, son escenas que no nos son desconocidas.
En fin, nos retiramos temprano y, como el desayuno en la posada no lo sirven hasta después de las nueve, nos tomamos un café: la dueña nos ha dejado preparadas unas tazas y hay cafetera.

Y, por fin, Zamora
Una gozada comer en los restaurante de la Plaza Mayor, con la iglesia de San Juan a la vista. De noche, iluminada, es preciosa

En la última etapa de esta fase, nos alojamos en Zamora en un establecimiento de tres estrellas, el hotel Doña Urraca. Es moderno, cómodo y funcional, y el precio muy adecuado. Y está a no más de ocho o diez minutos andando del casco histórico.
Como ya les he contado, aprovechamos la tarde y la mañana siguiente para conocer la ciudad, de la que nos llevamos una grata imagen. El día de la llegada comemos en un establecimiento moderno, sin mayores pretensiones, cuyo nombre evoca al traidor Dolfos Bellido, hijo de Bellido Dolfos. Bien. Por la noche cenamos en la Plaza Mayor, frente a la iglesia de San Juan, con su estatua del Merlú. Muy agradable ambiente. Cenamos muy bien. No nos regatean en el vino, del que damos cuenta de una prudente frasca. Y a precio ajustado. Nos gusta tanto que la comida del día de la partida la hacemos en el mismo sitio: el bar-restaurante Zamora. Lo recomendamos.

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