miércoles, 23 de agosto de 2017

De camino a Santiago (III)



Curioso entoldado en Aldeanueva del Camino
En Aldeanueva del Camino iniciamos la jornada, como todos los días, bien temprano. Nos quedan por delante unos 24 kilómetros hasta La Calzada de Béjar. Aprovechamos la tarde anterior para darnos un garbeo por la localidad, y encontramos un singular entoldado en las calles: protegen a los viandantes del sol con toldos de ganchillo. Supongo que los vecinos (con certeza las vecinas) se habrán puesto de acuerdo para confeccionarlos. Lamentablemente, la destreza de un servidor con la cámara de fotos (que tampoco es una virguería) es escasa y no se pueden apreciar bien los detalles de la labor artesana.
Otro hito nos recuerda el camino





A lo largo del recorrido nos encontramos con numerosa señalización. Se agradece el esfuerzo por orientar al peregrino, que suele andar un poco despistado por campos desconocidos. También abundan los paneles e hitos que recuerdan por dónde discurre la Vía de la Plata, Iter ab Emerita Asturicam. Los han colocado en todo tipo de materiales: cerámica, plástico, madera, granito, acero inoxidable... En seguida veremos otros ejemplos.







Puente romano del Cubo, cerca de Baños de Montemayor


Continuamos la marcha y los peregrinos, después de transitar un buen puñado de kilómetros por el arcén de la Nacional 630 y de trepar como cabras por un sendero paralelo a la misma, llegan a las inmediaciones de Baños de Montemayor. Mejor dotado para la marcha que para la fotografía, quien les escribe plasma el antiguo puente, que de los romanos sólo conserva prácticamente los cimientos, y no evita que salgan las inoportunas sombras de los observantes.


Baños de Montemayor desde las alturas
Paso a paso seguimos la etapa en ascenso. Un sendero empedrado nos evita circular por la peligrosa carretera y nos permite disfrutar de buenas panorámicas. En la subida nos encontramos con un peregrino que viene desde Sevilla, y con el que, sin intuir nuestras marchas jacobeas, habíamos coincidido en el comedor del hostal en el que nos alojamos en Carcaboso. Va más rápido que nosotros, y nos adelanta. Después dimos con él en La Calzada de Béjar, y ya le perdimos la pista.
Les diré que fueron escasísimos los caminantes que encontramos: nos dicen en todas partes que el calor de julio y agosto hace que seamos cuatro locos los que echamos a andar. Bastantes más encontramos en bicicleta: de estos, un par de jóvenes sevillanos nos ayudaron a orientarnos entre Riolobos y Carcaboso, cuando fuimos víctimas del más tonto de los despistes: nos bastaba con haber andado diez metros y hubiésemos dado con una flecha amarilla. Pero fueron ellos quienes la vieron antes. Amabilísimos ambos, una vez que recuperamos el buen camino, siguieron. No volvimos a verlos. Luego les hablaré de otros encuentros.

Entramos en Castilla y León




Dejamos atrás Extremadura y nos adentramos en Castilla y León. Sabemos que estamos en la provincia de Salamanca cuando vemos, en un camino que pudiera parecer de algún paraje tropical, por la exuberante vegetación, un nuevo modelo de hitos. Estos castellano-leoneses son más complejos que los nuestros, pero también orientan bien al caminante.









Otro hito, ahora en acero inoxidable
Se agradece la sombra en el camino.
El río Cuerpo de Hombre
Por fuerza hemos de parar para disfrutar, entre el Puerto de Béjar y La Calzada, de un ameno paraje a la vera del río Cuerpo de Hombre. Con ganas nos sentaríamos en su orilla para refrescarnos, pero hay que bajar y, correlativamente, volver a subir. De modo que nos conformamos con disfrutar de la vista y del sonido del agua. Es una pena que después abandonemos el verdor y tengamos que transitar por sendas mucho menos espectaculares.

Típica calle de La Calzada de Béjar
Por fin en La Calzada de Béjar. Para llegar hemos tenido que subir un sendero en fuerte pendiente, que más que camino parece el cauce seco y pedregoso de un arroyo. Hay que ir con cuidado, pues con tanta piedra puede uno sufrir un percance. Quizá sea el tramo más ingrato de los que llevamos recorridos. Pero, en fin, lo conseguimos.
En La Calzada coincidimos con un grupo de peregrinos compuesto por tres italianos y una chica española, de Burgos aunque afincada en Gerona, con los que habíamos coincidido el día anterior en una parada para el desayuno. Nos habían hablado de ellos en Cáparra. Volveremos a verlos. Ellos pernoctan allí, y nosotros lo hacemos en Béjar, ciudad que tenemos interés en conocer.

¡Pues anda, que no queda nada todavía!










El peregrino va consumiendo etapas y ve cómo cada vez queda menos para Santiago. Pero todavía hay que patear ¡541 kilómetros! No pasa nada, se hace con ilusión.























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