lunes, 28 de agosto de 2017

Pausas en el camino (I)

Sabor jacobeo en un alojamiento: bordón de peregrino en Villanueva de Campeán

Les he venido hablando últimamente de nuestro peregrinar por la Vía de la Plata, camino de Compostela. Como les advertí, no soy de alojarme en albergues. Por eso no les doy ninguna referencia de esos beneméritos establecimientos. Ya lo hacen en páginas ad hoc, en las que el peregrino (o aspirante) puede ponderar los méritos o deméritos de aquellos.
De modo que en esta entrada encontrarán una selección de establecimientos hoteleros y hosteleros de entre los que hemos sido usuarios. Observarán que en las últimas entradas sólo les he hablado de las etapas realizadas en agosto. Pero aquí me refiero también a estancias durante el mes de marzo, cuando recorrimos otras tres. De las dos primeras (Zafra-Almendralejo y Almendralejo-Mérida) no les pongo nada porque, al ser tan largas y al carecer de experiencia, el condumio fue a base de bocadillos, que llevábamos preparados por si no calculábamos bien los tiempos. Y en ambas retornamos a Zafra en nuestro impagable Leda.
Les advierto que lo que aquí les digo son impresiones absolutamente personales. Cada cual contará la película según les va y lo que a a un servidor le puede parecer fenomenal, a otro puede traerle al fresco o, directamente, caerle mal. O todo lo contrario. Cada cual cuenta la película como le va.

En Alcuéscar (Cáceres)
Nos hospedamos en la casa rural "La Casa Grande". Una casona bien acondicionada para el turismo rural tan de moda. La cena hubimos de hacerla en un bar del pueblo. Tuvimos alguna dificultad con el agua caliente, por estar servida por un termo eléctrico. Todo lo demás, bien.

En Cáceres
Nos alojamos en el hostal Al-Qazeres, céntrico y cómodo. Como llegamos tarde y bastante cansados después de una etapa que superó los 40 kilómetros, nos limitamos a cenar en las cercanías de la Plaza Mayor, en El Pecado de María: buen precio, amable servicio y alivio para la andorga: les recomiendo la ensalada templada de torta del Casar.

En Riolobos
Detalle del acogedor salón de la casa

Reservamos la estancia en la casa rural Abuela Maxi. Cuando hicimos la reserva, por el comodísimo Internet, consigné como hora de entrada las 17 o las 18: error de cálculo basado en la experiencia de las anteriores etapas, bastante más largas. El caso es que llegamos y la casa estaba vacía y, además, en el pueblo estaban celebrando las fiestas mayores. De modo que tuvimos que llamar varias veces por teléfono: los propietarios estaban confiados en nuestra posterior hora de llegada, y disfrutaban de los festejos. Les costó escuchar la llamada por causa de la música de pachanga. Pero, una vez que atendieron el teléfono, se demostró la calidad humana de los propietarios.
A saber: se presentaron de inmediato, acompañados de unos amigos, para arreglarnos la habitación y dejar todo impecable para nuestro disfrute. Y lo hicieron con buen humor, a pesar de que  habíamos anticipado nuestra llegada y les fastidiábamos la fiesta. El esposo de la casera, algo despistado, nos saluda al llegar con un "hello", pero en seguida le hago saber que somos de la tierra, y lo celebra divertido. Nos ofrecen una cerveza, nos brindan tortilla de patatas y fruta... Excelente el trato familiar.
Como llevamos el desayuno incluido, la dueña nos pregunta a qué hora lo deseamos. Y los peregrinos, que por fuerza han de madrugar si no quieren derretirse en mitad del camino, la emplazan las 7 de la mañana. Ninguna objeción, asiente amablemente.
Y a las 7 en punto del lunes y tras el último día de fiesta local, aparece. Y nos prepara un desayuno reconstituyente. Pero lo mejor fue la charla: son cultivadores de tabaco, y nos ilustra la señora sobre los problemas, que son muchos, del sector; sobre alternativas... También sobre los problemas del camino y la competencia no siempre idónea entre algunos establecimientos. Y, hablando hablando, descubrimos que eran vecinos de finca de nuestro añorado Manolo Pérez. Por si las atenciones hubiesen sido pocas, se ofrece, y aceptamos gustosos, a llevarnos al inicio del camino que hemos de seguir desde Riolobos. Nos ahorramos dos o tres kilómetros, lo que nos ayuda a llegar antes a Carcaboso.
En definitiva, trato familiar, amable, eficiente. Un establecimiento apto para el descanso y bien acondicionado. Lo recomiendo vivamente, y agradezco a los propietarios tanta amabilidad.

Para cenar acudimos a la cafetería-churrería Demelza, muy cerca de la casa, donde damos cuenta de buena comida casera a un precio adecuado.



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