miércoles, 30 de agosto de 2017

Pausas en el camino (III)

Fuenterrobles de Salvatierra
Aquí paramos a comer en un típico bar de pueblo: el bar José, establecimiento familiar. Comida casera, de la misma que tomarían los propietarios ese día. Todo a buen precio. Además, nos sellan la credencial de peregrino.
Hay dos bares más en la misma calle del albergue. Nosotros, como les puse en una anterior entrada, pernoctamos en Guijuelo. Nos quedamos en el hotel Torres de esa localidad. Bien situado, económico, cómodo... pero dormimos mal por la escasa insonorización de la habitación: juerga de vecinos al lado.

San Pedro de Rozados
Tras una etapa larga, con momentos duros, y después de reponer fuerzas en mitad del camino, llegamos a San Pedro de Rozados. Hemos reservado, por teléfono, habitación en el hotel rural VII Carreras.

Vista parcial del patio
Las habitaciones están muy bien, aunque no funciona la televisión: la verdad es que ni falta que nos hace, es preferible una buena siesta para reponer las fuerzas consumidas en la etapa, tras 29,350 kilómetros recorridos, según marca el gepeese,  parte de ellos sin una sombra donde cobijarnos. Nos facilitan la habitación sin demoras, ya haremos el registro después, una vez descansemos. Se agradece. Nos lavan la ropa, algo que el peregrino sabe valorar: uno tiene que ir con la indumentaria justa (llevamos lo más básico y la mochila pasa algo de los 8 kilos) hay que ir lavándola donde se va pudiendo. Cenamos en el patio, se está fresquito: la cena, a muy buen precio, es abundante (soy forofo del gazpacho y, como si leyera mi pensamiento, la dueña nos ofrece repetir: lo hago regocijado), con buen vino y, sobre todo, nos deparan un trato caluroso. Cada vez me gustan más estos establecimientos familiares: en este, la dueña y su hija se esfuerzan en atendernos del mejor modo posible. Debo decirles que he tenido la suerte de alojarme en hoteles de todas las estrellas posibles, pero se agradece vivir unas horas en este tipo de hoteles: los lujos se suplen con comodidades básicas pero suficientes y, sobre todo, con cordialidad y trato personal.

Vista de un habitación. La nuestra es igual, quizá sea la misma, pero el televisor es de pantalla plana. Esta imagen la he obtenido de Internet, y puede que sea más antigua.
El momento del desayuno también es muy agradable. A las 7,30 ya está la propietaria preparándolo y nosotros dispuestos a dar buena cuenta del mismo y a salir rápidos camino de Salamanca. Pero la cosa se complica dichosamente: la señora nos ilustra sobre las dificultades que ha tenido para establecer su hotel, la poca atención que se prestaba antes a los peregrinos por las autoridades... Nos pregunta de dónde somos y al saber que venimos de Zafra nos habla de Salvador Castellano (q. e. p. d.), al que conoció, y nos confirma que forjó la cruz que corona el pico de la Dueña.
Después baja de su habitación otro peregrino, éste en bicicleta, que nos ilustra sobre alguna peculiaridad de su peregrinación y dificultades para sincronizarse cuando se viaja con otros: modo de conducir, etc. Muy interesante. Es un joven mexicano afincado en Valencia, que el año pasado hizo el camino en 10 días y este quiere hacerlo en menos. Marcha, buen camino.
En fin, queríamos salir temprano y nos han dado las 8.30. No pasa nada. La conversación (y el desayuno), han merecido la pena.
Recomiendo este establecimiento a los peregrinos que, como nosotros, no pernocte en albergues.

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