lunes, 27 de noviembre de 2006

¡Beee...!



(Otra ocurrencia de Ambrosio de Argüelles)
¿Tendría razón Fernández Florez cuando afirmaba que somos ovejas y que las ovejas no engendran pastores? ¿Qué será más cierto, que somos ovejas porque nos dejamos pastorear, o que existen pastores porque previamente ya somos ovejas?

Acaso ni lo uno ni lo otro sea verosímil. Pero de lo que no me cabe la menor duda es de que existen intentos incontrovertibles de convertirnos en una grey obediente, sobre todo cuando algunos caen bajo la disciplina de ciertas organizaciones regidas muchas veces por la ley del embudo. Y les dice esto alguien que, con permiso de Cervantes, es un aficionado a curioso impertinente, y sabe de lo que habla, aunque espera no llevar en el pecado la penitencia.

Por la jungla de la vida social, y sobre todo, repito, en determinados ámbitos organizativos, pulula una variadísima fauna: tarzanes que trepan con agilidad por las lianas, tartufos con más caras de un saco de pesetas, histriones aulladores, etc. Es decir, mucha mediocridad. Y en medio de ese coro de dudoso buen gusto, siempre algún rabadán o, si lo prefieren, algún capataz de galeotes, dispuesto a hacer restallar el rebenque sin contemplaciones, aunque se crea que dirige una orquesta con una inofensiva batuta.

Lejos de nosotros la funesta manía de pensar. ¡Viva Cervera! Ese es el lema. Queremos disciplina, ciega obediencia. Necesitamos un Júpiter Tonante que arredre a los descarriados de ese corral de comodones, en el que se suplen las carencias con mucho balido y la calidad de la carne se disimula con lo bonito de la lana. Somos un rebaño que no necesita un buen pastor, que no huye dejando el rebaño solo, sino un agriado mayoral que, con voz bronca, nos guíe hacia la paz absoluta, esto es, hacia la estulticia absoluta. Feliz hato en el que dos o tres ovejas y algún carnero pacen en los mejores pastos, mientras el resto rumia lo que puede, bien dirigido por el perro guardián, a su vez bien orientado por las voces ocasionales de su amo.

¿Qué será de las ovejas negras en este bucólico universo de paz y sosiego? ¿Quién osará turbar con impertinentes balidos la paz del pastor, que toca el caramillo recostado en la encina? ¿Quién señalará con el índice, negra la uña, a la oveja que deba encaminarse al matadero? ¿Cuánto vale su pelleja?

¿Audaces fortuna iuvat? Eso espero. Contra la indolencia, movimiento; frente a la baba, santa desvergüenza. Ante lámina, poliedro.

Los amables lectores que me siguen estarán haciendo cábalas, intentando averiguar qué demonios quiere decir todo cuanto antecede. Pues, ni más ni menos, que lo que escrito está. Por si les sirve, les doy la receta con la que he cocinado este plato: un tanto de mal humor, una pizca de mala uva, una medida de escepticismo, mitad del cuarto de rabia, una cuchara sopera colmada de hastío y, muchas, muchas, muchísimas ganas de ser uno mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pos alguna vez tendrán la ovejas que cocear al pastor.

Anónimo dijo...

Yo creo que tiene que haber muchísima disciplina de partido para que no anden descarriados por ahí y ñpodamos seguir mandando los mismos.