sábado, 25 de noviembre de 2006

Elecciones a la vista

(Con permiso de mi amigo Amadeo de Argángary, que me permite que "fusile" su artículo, publicado hace cuatro años)

Anda revuelto el cotarro político, a escasos meses del veintisiete de mayo, día en el que los ciudadanos tendremos que salir a la calle a jugársnosla a pecho descubierto en una decisión que, con toda probabilidad, influirá en nuestras vidas durante los próximos cuatro años.
Quizá sea esta sensación de riesgo la que hace que muchos opten por no votar, esquivando su parte alícuota de responsabilidad en las cosas de la república. O, tal vez, el abstencionismo se deba a la estomagante sensación de déjà vu que muchos experimentan cuando observan, día a día, la gestión de algunos gobernantes. Acaso sea, aún más simplemente, mera pereza.


El caso es que, sea como fuere, un considerable número de los llamados a las urnas no tiene a bien depositar su papeleta, con gran comezón entre los políticos, que sufren por cada voto desperdiciado como lo hace el campesino por cada gota de agua que se pierde en tiempo de sequía.

Me parece a mí, si me lo permiten mis amables lectores, que la democracia hay que disfrutarla, pero asumiendo la responsabilidad de optar: unos u otros quieren gobernar. Todos nos dibujarán un panorama naïf y, poco menos, nos prometerán situar a nuestra ciudad, o a nuestro país, entre el Tigris y el Éufrates (de los primeros tiempos bíblicos, no ahora, por Dios). Por si fuera poco, contubernios y noches de cuchillos largos son comunes a todos los partidos en estas jornadas previas, en una espiral de vencedores y vencidos que deja regueros de sangre de heridas jamás restañadas.

Pero este panorama nada amable no debe hacernos desistir de nuestra responsabilidad, ni del ejercicio de nuestros derechos. De lo contrario, creo, somos un poco menos ciudadanos; triste destino cuando nos hemos dotado del menos imperfecto de los sistemas políticos, y hemos asentado nuestra vida social en la convivencia democrática: esto es, en el ejercicio de la soberanía popular dentro de un marco de respeto y de pluralismo.

Yo creo en ese pluralismo. Yo creo en el sistema de partidos políticos. Y niego que el sufragio sea una farsa o que el ser rotas sea el más noble destino de las urnas, como decía, con prosa impecable, como siempre, pero con su habitual trasfondo totalitario, José Antonio Primo de Rivera.

Prefiero mil veces a unos partidos en los que, con más frecuencia de lo deseable, impera la ley del mediocre, que sucumbir ante iluminados. Y prefiero asumir el riesgo de equivocarme en mi voto que dejar pasar delante de mis narices la posibilidad, siquiera teórica, de influir en las cosas que me habrán de ocurrir en el futuro.

Y tanto más me reafirmo cuanto que, según leo, sólo un treinta por ciento de los jóvenes piensan que la democracia es insustituible; al resto, según parece, les da igual vivir en un régimen democrático que en uno autoritario.

Me da miedo que estemos cayendo en el papanatismo social. Temo que estemos acomodándonos a una especie de panem et circenses. Me acobarda pensar que, entre las brumas audiovisuales de la omnipresente televisión, entre el sopor social, dejemos de ser ciudadanos para convertirnos en súbditos de nuestra propia pasividad.

Yo quiero ser un zoon politikon, no un zoon pathetikon. Yo quiero, con Ortega, sentir amor y curiosidad por el pueblo. Me interesa todo lo humano: nihil humanum alienum mihi, decían los humanistas. Quiero ser menos ignorante. Me gusta relativamente esta sociedad que, aunque enferma, creo que es la menos mala. Y tanto más me gusta cuanto que se me da la oportunidad de cambiarla un poco cada cierto tiempo. Me emociona la letanía para el día de los derechos del hombre, de nuestro Salvador Madariaga, de la que me permitirán que espigue algún verso:
"Para aquellos a los que abofetearon mientras nosotros no tenemos que temer mano alguna/- Un pensamiento/Para los que amordazaron mientras nosotros hablamos claro y fuerte/- Un pensamiento."

No renunciemos a construir nuestro futuro, hombre. Que otros, lamentablemente, no pueden hacerlo, y cambiarían cien veces el vermú del domingo por la cola del colegio electoral.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo que pasa es que muchas vecesse quitan lasganas de votar por que valla candidatos que presentan algunos