jueves, 27 de diciembre de 2007

Los tiempos cambian (XI). Videoaficionados


Nada tienen que ver los modernos equipos domésticos de grabación con aquellas cámaras de super-8 o con la videocámara de la imagen (Cambio 16, 31-5-82) que exige que la modelo carge con el magnetoscopio al hombro.
Poco a poco han ido perfeccionándose y reduciendo su tamaño. La mía, que compré en 1991, y que me ha servido para recoger momentos familiares memorables, ya no necesitaba de nada al hombro, si bien era un tanto aparatosa. Ahora caben en la palma de la mano.
Está bien esto de conservar recuerdos en vídeo. Lo que pasa es que el abuso está ahí. Y ahora, con los dichosos teléfonos móviles y sus cámaras, no hay mequetrefe metido a paparazzo que no grabe alguna barrabasada para colgarla en Internet. Debe de ser esto alguna hijuela de esas exhibiciones televisivas y de papel couché en las que todo el mundo se desnuda sin pudor (metafórica y literalmente) ante pregoneros mediáticos sin escrúpulos y un público ahíto de pan y ansioso de circo.

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