domingo, 17 de junio de 2007

Batalla de flores



Lástima que el maestro Campmany no esté entre nosotros. Nadie como él podría haber sacado todo el jugo de la noticia que publica el ABC de ayer sábado: “El Departamento de Defensa de los EE. UU. estudió la creación de un explosivo a base de hormonas que cambiara las tendencias sexuales del enemigo”.

¿Qué me dicen? En el fragor de la batalla, entre gritos, balas que silban, soldados que reptan y obuses que asperjan metralla, cae una bombita entre las filas enemigas y, tras inhalar el producto bélico-hormonal, los aguerridos combatientes dejan de ser fieras corrupias y se entregan a los juegos florales y al arrumaco. Me imagino al ejército de los EE. UU., marines machotes de película, tomando las posiciones enemigas entre suspiros, versos y lecturas del Decamerón.

¡Así se ganan batallas, oiga! En fin, por ser serios, y por rentabilizar los 7 millones y medio de dólares que han invertido en éste invento, propongo que vendan la patente a alguna multinacional farmacéutica que, mutatis mutandis, adapte la cosa a la vida civil, y envasen la fórmula en aerosol, que es menos ruidoso y más manejable que los tradicionales obuses.

Otrosí digo: que el Estado dote de este impar invento a don Manuel Marín, para que de vez en cuando rocíe a SS. SS., y el hemiciclo deje de ser campo de Agramante para convertirse en pradera lujuriante, y sin haberlo pensado me ha salido un pareado. Segundo otrosí digo: que el presidente Zapatero fumigue con el producto aquéllos lugares donde se sospecha que se esconden etarras, a ver si el cambio de polaridad hace que cambien metralletas por margaritas. Tercer y último otrosí digo: guarden unas gotitas por lo que pueda pasar en el Ayuntamiento de Zafra durante los próximo cuatro años.

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