domingo, 11 de febrero de 2007

Cuba Libre

Publica ABC, el pasado jueves, un magnífico artículo del activista cubano por la libertad Oswaldo Payá. En él critica que representantes institucionales españoles visiten Cuba, pero sólo conozcan lo que la realidad oficial permite, sin interesarse por los gritos de libertad de tantos cubanos. Hay proyectos en el interior de la isla cuyo propósito no es otro que diseñar una transición hacia la democracia, pero muchos prefieren seguir en una inexplicable admiración hacia el régimen de Fidel Castro.

Hay un párrafo que entresaco del texto del artículo, y que me permito transcribir: “Nosotros no tenemos odio contra las personas del Gobierno, ni contra nadie. Ni odio de clase, ni odio de ninguna clase. Por el contrario, creemos que todos los cubanos somos hermanos. No puede creer entonces que ustedes, diputadas democráticas, cuando dicen que hay que apoyar a Cuba, se limiten a apoyar al Gobierno. No quisiera creer que sus palabras se identifiquen con el prejuicio racista y colonialista de que para nosotros, los “cubanitos latinos” es suficiente con tener la educación y salud gratuitas –deficientes y que en definitiva el propio pueblo paga con su trabajo–, y que los derechos civiles son propios de europeos y blancos.”

Es verdad. Sería como si durante el franquismo, que puso en funcionamiento la Seguridad Social, o construyó innumerables escuelas, o gracias a la visión de los tecnócratas consiguió que emergieran en España las clases medias, los que luchaban por la libertad hubieran proclamado la resignación: “Ya tienen ustedes sanidad, para qué quieren más”. A muchos admiradores de Castro y su dictadura les escucho: “Sí, pero tienen una magnífica sanidad”. Claro, medicinas, no. Esto es la ley del embudo. Como la de Franco era una dictadura de derechas, había que clamar por la libertad. Y me parece bien. Bienestar material sin libertad es nada. Pero cuidadito con la dictadura de Castro. Noli me tangere, ya ha caído bastante simbología de la izquierda como para que nos quedemos sin el referente caribeño.

Algún día el pueblo de Cuba debería saber qué es una Transición, quizá al estilo español. Y qué es la libertad, y qué significa igualdad de oportunidades real, en una sociedad donde tus vecinos no te vigilen, donde las ortodoxias rampantes no te encartonen. Algún día los ciudadanos de Cuba dejarán de escuchar la cantinela del imperialismo yanqui asfixiante, como los españoles olvidamos las añejas conspiraciones judeomasónicas. Ese día, el día de la Cuba libre, los que creemos en las personas y en su dignidad, en la libertad como máxima expresión de ésta, nos sentiremos reconfortados.

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