viernes, 13 de junio de 2008

¡Que viva el huevo frito!


Dicho sea con todos los respetos, a un servidor eso del plato grande con algo en el centro que necesita ser muy explicado, no le va. Uno es de más sencillo yantar, lo sofisticado lo dejo para otros paladares.
Entre la comida sencilla, rotunda, se aparece, exuberante en su plato, con sus puntillitas, su poco de aceite de oliva testigo de la fritura, su yema tentadora, el humilde huevo frito, que bien acompañado por unas patatitas de verdad, un poco de jamón, o simplemente junto con el sufridísimo pero eficaz chorizo, hacen de la comida un bendición divina, máxime cuando un buen tinto favorece la charla y el disfrute de la ocasión.
Cuántos pactos se habrán forjado mientras se daba cuenta de un buen par de huevos fritos con chorizo. Cuántas tardes se han prolongado en camaradería tras gozar de tan regeneradora comida.
Bien dice Leguineche, al que acaban de preterir en el Príncipe de Asturias y del que hace dos o tres semanas he leído un libro que creo que es lo más parecido a un blog (El club de los faltos de cariño):
No falla. Prueba a pedir huevos fritos y los que te acompañan darán por buena la idea: "yo también".
Lo he comprobado muchas veces. Es difícil resistirse, aunque muchas veces el colesterol, la hora o el miedo a la sobremesa espantan comensales (o comensalas).

1 comentario:

garciguti dijo...

Hombre, ya que has hecho mención del simpático y socorrido plato típico de la cocina Hispánica de toda-la-vida, me ha parecido bien traer aquí a colación la "Rima del huevo frito", que escribió, hace ya muchos años, el humorista (ya fenecido, por desgracia) llamado Jorge Llopis. Apareció en su libro de poemas paródicos titulado "Las mil peores poesías" (hoy raro de encontrar) Como lo guardo en la memoria (el poema en cuestión, no todo el libro) lo ofrezco aquí a 'nuestros' lectores:
Del salón en el centro la mesa/ostentaba el condumio casero/ y en el plato, de límpida loza/ veíase el huevo./ ¡Cuánta clara tenía su clara!/¡Cuánta yema tenía su pecho/ esperando la mano de nieve/ que moje en su centro!/¡Ay -pensé- cuántas veces el hombre/ está frito, cual tímido huevo/esperando una voz que le diga:/¡Este mes te subimos el sueldo!
Fin de la transcripción.