jueves, 14 de septiembre de 2017

Un garbeo por Cuenca



Vista del casco antiguo de Cuenca (todas las fotos de esta entrada son del autor)
Hacía unos treinta y cinco años que quien les escribe no visitaba Cuenca. En realidad, mi estancia en 1981 o 1982 fue por motivos de trabajo. Llegué por la tarde cansado,venía, creo recordar, de Ciudad Real, me alojé, cené, me retiré a mis aposentos (¡qué chulo queda decir esto!) en el hotel Torremangana y, ya por la mañana, hice las gestiones que tenía encomendadas y volví a Villafranca. De modo que no es que no recordara nada de Cuenca, es que en realidad no la conocía.
Pero, por estas cosas que pasan, y como por motivos familiares últimamente me desplazo con alguna frecuencia a Ciudad Real, decido darme un garbeo por tan bella y empinada ciudad.
No es fácil llegar, hay que transitar por las autovías A3 y A4, por la A40 y por algunas otras carreteras convencionales de cuya denominación no me acuerdo. Son alrededor de 270 kilómetros, pero se hacen con gusto, siempre es un placer ir de excursión.
Llegamos y, casualidades de la vida, casi a la entrada de la ciudad encuentro un aparcamiento subterráneo junto al hotel Torremangana, en el que me alojé en mi primera visita. Desde ahí al cogollo de la ciudad antigua se planta uno en 10 o 15 minutos caminando tranquilamente.


Torre Mangana
Paseamos junto al Júcar, atravesamos un parque, subimos unas empinadas escaleras, siempre con vistas espectaculares, callejeamos y damos en la plaza Mangana, donde se encuentra la torre del mismo nombre. De modo que mi curiosidad por el extraño nombre del hotel en el que antaño me alojé, el Torremangana, queda resuelta. En la foto tienen ustedes la torre.

Plaza Mayor y catedral
Sin ser espectacular, según creo, la plaza Mayor es bonita, colorida (fíjense las fachadas de las casas de la derecha), y con la catedral forma un conjunto agradable. A la entrada está el Ayuntamiento. Hay instalado un mercado medieval. En la plaza de la Merced han puesto atracciones que quieren copiar las que pudiera haber en una feria del medioevo. Me recuerda a una  similar, aunque más lograda, que vi en Foix (Francia), en los primeros años 90. En Cuenca, la animación y los tenderetes están en la plaza Mayor y en las calles y plazuelas aledañas.

Vista de la plaza Mayor, con el Ayuntamiento al fondo, sobre unos arcos.


Rascacielos
La publicidad turística dice que antes que en Manhattan, ya había "rascacielos" en Cuenca. Pues ahí tienen ustedes una curiosa foto.

Con los "rascacielos" al fondo
Aquí tienen a su seguro servidor posando para la posteridad con un magnífico fondo. Los "rascacielos" a la derecha.

Vista parcial de las casas colgadas
Desde luego, la imagen quizá más célebre de Cuenca es la de las casas colgadas. Espectaculares sobre el precipicio. Como el autor padece de vértigo, no puede ofrecerles una foto adecuada. Para eso disponen ustedes de estupendas postales y de webs documentadísimas.

Jesús con las alturas
Para fotografiar las casas colgadas debería haberme situado sobre el puente que se aprecia a la izquierda de la foto. Ni hablar.
Seguimos ruando y damos con una curiosidad. Miren la foto:

Calle de Guerra Campos
Monseñor Guerra Campos fue un obispo muy conservador, que se las tuvo tiesas con el cardenal Tarancón y que, parece ser, no era muy simpatizante de Pablo VI. Fue muy controvertido durante los años de la Transición y ocupó no pocas páginas de la prensa. Llegó a ser procurador en Cortes, y fue uno de los que votaron en contra de la Ley para la Reforma Política.
Que conste que no pongo la foto a modo de crítica o denuncia; si los conquenses quieren dedicarle una calle, bien está. Estarían contentos con su labor pastoral. Ni entro ni salgo. Pero me resultó curiosa la dedicatoria. 

En fin, que bajando del casco histórico nos damos con un original conjunto escultórico, que les expongo a continuación:

Músicos de metal
Y para terminar, un breve apunte gastronómico. Ya en el casco moderno comemos en uno de los concurridísimos mesones de la calle San Cosme. Buena comida, mal vino. El precio no es malo, pero en la carta tasan el menú un par de euros menos de lo que supone la cuenta real. Los camareros, simpáticos, pero alguno tiene alguna tendencia al pregón y, a voz en grito, mientras te atiende, alecciona al resto de los meseros para que atiendan a tal o cuan cliente. Lentos para cobrar. Tengo que ir yo a la barra para liquidar la cuenta. Pero, insisto, la comida, rica.


















No hay comentarios: