martes, 10 de diciembre de 2013

Un garbeo por Toledo

Panorama de Toledo. Foto del autor.


Es altamente recomendable visitar Toledo. Un servidor se lo debía a sí mismo y a su parte consorte y, por fin, lo consiguió hace un par de semanas. Y con suerte: acompañó el tiempo, pude disfrutar de algún evento relacionado con una fiesta religiosa judía convertida en reclamo turístico y, de añadidura, la entrada a varios museos y monumentos era gratuita.
De la ciudad imperial tenía anotadas varias visiones de don Gregorio Marañón, tomadas de su Elogio y nostalgia de Toledo. En una de ellas, datada en 1935, llama a la ciudad "cuna de seis civilizaciones superpuestas; encrucijada inmortal de todas las culturas [...] Roma de España". Buenos alicientes para organizar una escapada, aunque sea breve, como la nuestra.
Visito la iglesia de Santo Tomé, donde El entierro del conde de Orgaz (ahora lo llaman del señor, no alcanzo a adivinar los motivos del cambio) se convierte en imán turístico. En el templo escuchaba misa don Gregorio, y ahora los turistas ("los del horario fijo y el Parador, los que llegan exactamente a cada sitio pero no van a parte alguna", Marañón dixit, op. cit.) se apelotonan frente a la imagen. Imposible contemplarla, si no es a cierta distancia. No puedo sino recordar la muchedumbre agolpada para ver La Gioconda, en el Louvre. Salvando las distancias, claro.
Disfruto infinitamente más de la visita a la sinagoga del Tránsito, de la que si uno fuese experto en arte les haría una emotiva descripción. Me limito a recomendarles visitarla y gozarla con tranquilidad, deteniéndose, si las masas semovientes lo permiten, en el museo sefardí.
Retrato del marqués de Vega-Inclán, de Sorolla, 1910.
Casa del Greco. Fotografía del autor.
Justo al lado se encuentra el museo de la Casa del Greco, obra de un personaje singular, que merece ser conocido, y del que les di noticia en mi reciente libro sobre el turismo: el marqués de Vega-Inclán. La casa, de cuyos jardines dice Marañón que, aun situada en el casco urbano, puede considerarse como la primera restauración de los cigarrales, "que realizó el marqués de la Vega Inclán, con el que tan profunda deuda de gratitud aún impagada, ha contraído el arte español. Los jardines de la Casa del Greco son típicos jardines de cigarral." (op. cit., 1936)
Lleva mucha razón don Gregorio. Benigno Vega-Inclán y Flaquer, militar, marchante de arte, políglota, hombre viajado, dirigió la Comisaría Regia de Turismo y fruto de su empeño aparecen la Casa del Greco, el Museo Romántico y otras muchas realizaciones a las que quizá, algún día, dedique algún tiempo. Por si fuera poco, ejerció su cargo de manera gratuita, llegó a sostener de sus fondos el funcionamiento de la Comisaría en sus primeros meses, e hizo importantes donativos al Estado.
Un rincón de la casa. Fotografía del autor.
Aunque la casa no es la que realmente habitó el pintor, es una recreación interesante, contiene algunas de las obras originales del mismo y se pueden visitar unos subterráneos, restos de una antigua mansión y un bonito jardín. Les diré que, más que la casa en sí, lo que me atrajo fue el recuerdo del marqués.
Para rematar la tarde del sábado, ya anochecido, y tras las visitas mencionadas, recorremos la judería. Déjenme que haga un inciso para decirles que al casco histórico de Toledo lo encontré sin un papel en el suelo, sin un chicle pegado al pavimento, sin una pintada... La limpieza es un aliciente que dice mucho al turista. Por la pulcra judería paseamos y hacemos una pausa para asistir a una degustación, en la llamada Casa del Judío, de dulces típicos hebreos: sufganiots, burmuelos (al parecer antecedentes de nuestros buñuelos). Es la fiesta de Hannukkah, de las luces; iluminan las angostas calles de la judería con velas, y proyectan en el pavimento símbolos judíos que recuerdan all paseante que está en plena judería. Les diré que el ambiente
Proyección sobre el suelo de la calle. Foto del autor.
es impresionante. El casco antiguo está poblado por gente que pasea, que se apunta  a la degustación, que se fotografía entre las hileras de luces. Y sin escándalo. Sin griteríos. Sin que la aglomeración suponga una marimorena infumable. Qué quieren que les diga, encuentro civismo. Y esto hace agradable el paseo.
La mañana del domingo la dedico a la visita del Alcázar, incluyendo la exposición que en el edificio nuevo que han levantado y que cobija las ruinas de las murallas de todas las épocas, han organizado sobre mi admirado Antonio Mingote, en su faceta militar. Es normal, ahora el Alcázar, auténtica Ave Fénix de Toledo, alberga el Museo del Ejército. Y por la tarde, la catedral. Otro ejemplo de arte que anonada al visitante.
No me detengo en más, no es cuestión de aburrirles. Aquí les he puesto algunas cosas que me han llamado la atención. Eso sí, no puedo dejar de criticar la, a mi juicio, pésima señalización de tráfico, que hizo que la salida de la ciudad se conviertiese en un empeño ímprobo, si bien, como Dios escribe derecho con renglones torcidos, mi deambular cuestas arriba y abajo me permitió gozar de las panorámicas, tomadas desde no sé dónde, como la que les pongo al principio de esta entrada. Y también me llevó el éxodo sin rumbo por la zona de los cigarrales, lo que me hizo evocar al varias veces citado hoy don Gregorio Marañón, que disfrutó de sus mejores horas en el cigarral de Menores.
En fin, les recomiendo vivamente visitar la ciudad, si no lo han hecho ya. Un servidor tiene que volver (con GPS). Aún quedan muchas cosas por ver y disfrutar.

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