viernes, 26 de febrero de 2010

Real sanción

No creo que nadie albergue dudas acerca de mi postura de absoluto rechazo al aborto, lo tengo requetedicho y publicado. Dicho esto, me parece una aberración que se intente forzar lo imposible, proponiendo al Rey, mediante recogida de firmas, que no sancione la ley que le remita el Parlamento.
En una monarquía parlamentaria, en la que las cámaras representan la soberanía naciona, que reside en el pueblo, no en el Rey, ni siquiera a partes iguales entre ambos, el Jefe del Estado no puede abstenerse de sancionar con su firma aquéllo que han aprobado -aunque sea inicuo- los representantes legítimamente constituidos, con independencia de la opinión personal que tenga el monarca.
Quienes promueven que el Rey soslaye sus funciones constitucionales, o desconocen los riesgos que se corren (repasen la historia, vean qué pasó con Alfonso XIII), o ignoran el funcionamiento de las instituciones, o bien plantean una deplorable trampa saducea, y aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para darle unas pataditas al Trono, bien por republicanismo, bien por añoranza de otros modos de gobierno. Allá cada cual.
Por cierto, no se aferren a la exclusión del Rey del anatema que pesa sobre los parlamentarios que han votado a favor de la ley. El Rey no vota. Los diputados y senadores, sí. Y si son católicos, allá ellos y la jerarquía eclesiástica.
Otrosí digo: que de inmediato, una vez promulgada la ley, se promueva el pertinente recurso de inconstitucionalidad, puesto que entiendo que la nueva normativa atenta directamente contra el derecho a la vida y contra la doctrina constitucional que, avalando la protección del nasciturus, establecía las tres excepciones que permitían la práctica abortiva: la terapéutica, la eugenésica y la criminológica.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el Rey firma estará en pecado mortal.
España necesita un Rey Santo.
Fuera rojos de España. ¡Viva Cristo Rey!.

Pepe Santana dijo...

Como bien dice, Sr. Fernández, usted, que se ha proclamado monárquico en algunos de sus artículos, y yo que, aunque republicano, soy un juancarlista convencido, sabemos que es una aberración que se intente forzar lo imposible proponiendo al Rey constitucional de España que no firme la ley del aborto. Tanto usted como yo, que somos defensores del orden constitucional, sabemos positivamente que el Rey no puede negarse a estampar su firma en las leyes emanadas de las Cortes, le gusten o no le gusten, pues si se negara estaría poniendo en peligro la Corona; por ello coincido con usted en que quienes le instan a negarse a firmar la ley del aborto, que saben perfectamente que el Rey no puede hacer lo que le piden, lo que están buscando es la liquidación de la Monarquía en nuestro país. Usted y yo, Sr. Fernández, sabemos bien quienes son los interesados en la piel de toro en dar una patadita al Trono, y no sólo son los comunistas. La Iglesia parece haber entendido la cuestión y ha dejado claro, en boca de monseñor Martínez Camino, que no se le negará la comunión al Rey por firmar esa ley, dada su singular situación, pero otros, y me remito a la gente que piensa como el Sr. Anónimo del primer comentario hecho a su interesante artículo, ése que lanza un grito de infausto recuerdo, no quieren aceptar esa singular situación de D. Juan Carlos porque sólo buscan deshacerse de él en su intento de echar a los “rojos” de España. Saludos.

PD: Me gustaría que se sepa que rechazo el aborto indiscriminado, si bien no tengo claro que haya que condenar a la mujer que decide hacerlo y a aquellos que lo hacen.

PPK dijo...

Me da en la nariz que el anónimo del comentario #1 está fuera del tiempo en que vivimos. En la estratosfera temporal, por lo menos. No se pueden mezclar las churras con las merinas, o para que me entienda el anónimo, no se debe mezclar el poder político con la Iglesia. Porque ya lo dijo Cristo: "Mi reino no es de este mundo".
Un saludo.