sábado, 26 de abril de 2008

La derecha posible



A los ojos de muchos, la derecha española está estigmatizada por la dictadura franquista, tesis que se encargan de difundir urbi et orbi voceros interesados en construir una España en la que sólo tengan cabida aquellos que se proclaman progresistas y en cuyos valores parece residir todo lo bueno de la convivencia. Por el contrario, aquella derecha rancia, extrema, por supuesto residente en el Partido Popular, poco menos que se encuentra siempre a punto de gritar vivan las caenas.
Es tal la presión que muchas veces hay que justificar ser de derechas, como si tal cosa fuese algo intrínsecamente perverso. Hay que explicar a muchos que una cosa es tener ideas conservadoras basadas en determinados valores y otra muy distinta alzar el brazo y aprestarse a cantar el Cara al Sol. Es menester esforzarse en proclamar que la democracia no es sólo cosa de la izquierda y, ya metidos en harina, y si se tercia, refrescar la memoria de algún exaltado sobre las barbaridades que en nombre del progreso, de la izquierda y del pueblo se han hecho.
No sé cuántos años más han de pasar para que pierdan efectividad las consignas de la agitación y propaganda de la izquierda, bien decía Einstein que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio. Pero la mejor prueba de la paulatina disolución de las mismas es el apoyo electoral que recibe el centro derecha representado por el PP, con millones de españoles que creen en un proyecto, en unas ideas y en una capacidad de gestión. Esto a pesar de la machacona insistencia en que el PP crispa. Crispación ha sido palabra de moda, es vocablo del agrado de la izquierda, que imbuida de su autoproclamada superioridad moral, no admite otra oposición que un centro derecha pastueño y dócil. Si se critica o se niega el despropósito gubernamental, la derecha es extrema y quiere retrotraer a España a la edad de las cavernas. Si se denuncia que las cosas van mal, se rasgan las vestiduras y mientras se mesan las barbas proclaman solemnemente que los conservadores son antipatriotas. Y lo hacen muchos a los que el concepto de patria se les da una higa.
Empero, me preocupa más que muchos de los simpatizantes o militantes del centro derecha tengan que recibir otro tipo de catequesis mediática para reafirmarse en sus ideas y convicciones. ¿Hasta tal punto se ha infiltrado la propaganda de la izquierda en las carnes conservadoras que se precisa de soflamas, algunas veces incendiarias, para no estar acomplejados? ¿Es que no basta con la convicción en las propias ideas, en los propios valores? ¿Es que sin malos humores y proclamas altisonantes no puede uno transitar prudentemente por el barrizal político?
Hace casi un año, en Hoy, me publicaban un artículo que titulé Sarkozy, sí. Repasé en él las apuestas por los valores que hacía el candidato al trono republicano del Elíseo. Y encontré firmeza, ideas claras y, sobre todo, el desenmascaramiento de tantos tópicos que la izquierda ha sabido vender magníficamente y que tan malos resultados han dado. Hablaba Sarkozy de una apuesta por el esfuerzo, por la autoridad, concepto que en absoluto está reñido con la libertad sino que sin duda es uno de sus pilares. Y sin ningún complejo, faltaría más. Es un mensaje que he oído también del candidato popular en las últimas elecciones, Mariano Rajoy.
Son los mensajes de la derecha posible. La que ocupa un espacio político al que se ha dado llamar el centro, en igualdad de condiciones con la izquierda moderada. La que nada proclama distinto a lo que aparece en la Constitución del consenso, la del 78, esa que tantos invocan con la boca chica. La que sabe que la Transición la promovieron e hicieron también quienes venían del pasado, pero supieron mirar adelante. La que los ha integrado. La que está nutrida de militantes y votantes ajenos a otra cosa que no sea el deseo de solucionar los problemas reales.
La derecha posible española no es otra que el centro derecha. Sus valores son sólidos y no necesita de más arengas. Sus postulados han sido experimentados no sólo en España, sino en toda Europa, y funcionan. Es una derecha que ha contribuido tanto como haya podido hacerlo la izquierda a la construcción de la nueva España, sostenida por ese espinazo nacional, en palabras de Zarzalejos, que es nuestra Monarquía. La derecha española representada por Rajoy no es paleolítica, como quisieran algunos, ni mariacomplejada, como vocean otros. Ni quiere ni necesita gresca, aunque no puede renunciar a hacer oír sus tesis con firmeza.
Por lo tanto, me parece que no es hora de nuevos experimentos. Mutatis mutandis, lo que hay sirve. Las ideas valen. Los principios son sólidos. Y, sobre todo, España necesita de una oposición con idea nacional clara. Mejor, si les parece, no enredar, y explicar un poco más.

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