jueves, 11 de octubre de 2007

En la víspera de la fiesta nacional

Aunque no es lo mismo ver el vídeo (no he conseguido localizarlo en Internet) que leer el Diario de Sesiones, no me resisto a colocar aquí las emocionadas palabras del anciano senador socialista José Prat, pronunciadas el 6 de octubre de 1987, en defensa de la ley que estableció como día de la fiesta nacional el 12 de octubre. (Copiado del D. S. del Senado del 6-10-87, págs. 1713-14). Los subrayados son míos, y la imagen está tomada del Ateneo de Madrid.

Señor Presidente, señoras y señores
Senadores, recordad aquellos versos de romance:
«Para tan grande señor, poca limosna es un real». Para
tan grande tema, poco puedo yo ofrecer.
Os ofrezco una vieja devoción por esta fecha. Es muy
antigua; yo recuerdo en 1919, cuando el Gobierno de don
Antonio Maura -no os fiéis mucho de mi memoria, por
Supuesto- dictó la Fiesta de la Raza para el 12 de octubre,
y no era iniciativa suya, era iniciativa del Presidente
argentino Irigoyen. Yo recuerdo, pues conocí en Granada
a José Vasconcelos, aquella doctrina suya de la raza cósmica.
Porque el concepto de raza, para aquellos admirables
espíritus de integración, no era el concepto que se
puso luego tristemente de moda con una tremenda separación
étnica, con un tremendo prejuicio de supuesta superioridad
racial, sino al contrario, la integración de todo
el género humano. Por ejemplo, es el concepto humano y
profundo del mestizaje, que es universal, según parece
que dicen los antropólogos.
Por eso he tenido siempre, y perdonad la parte subjetiva
que hay en mis palabras, una gran devoción por el 12
de octubre, que creo que es la verdadera fiesta nacional
de España. Es un concepto viejo, un concepto muy viejo
el de nación en España
. Está ya en la época romana, cuando
se sonreían los senadores romanos del acento andaluz
de Adriano, porque ya había acento andaluz, mis queridos
amigos, en la época de plata de las letras romanas. Y
está luego en San Isidoro de Sevilla, que hace la alabanza
de España y lo leen en todas las Escuelas, porque San
Isidoro fue el manual fundamental de toda la escolástica
medieval. Y está ese dramático y bellísimo castellano de
la «Crónica General». cuando hace la alabanza de España
y habla, por ejemplo, de que “España es afortunada en la
lid, briosa en el esfuerzo, alegre de azafrán; y a ese país,
que estaba seleccionado por Dios, le dio por arremeter
unos contra otros y perdiéronla todos». Y nos habla de la
famosa leyenda del Conde don Julián.
Tenemos esa fecha del 12 de octubre, que es la aparición
del Nuevo Mundo, un mundo nuevo geográfico y un
nuevo mundo del espíritu
.
Recordad la visión del gran Burckhardt, historiador del
Renacimiento italiano, cuando dice que allí se descubre
el hombre y se descubre el mundo. Yo me he permitido
rectificar (porque recordad también que soy un modesto
ateneísta y los ateneístas nos atrevemos a todo) rectificar,
repito, a Burckhardt y decir que fue también el descubrimiento
del Estado. Y lo fue justamente por razón del hallazgo
de lo que decía Francisco de Vitoria: los indios recientemente
hallados. Ahí se descubre el Estado. En la
«Relectio» de la Potestad Civil, en la «Reelección de la potestad
civil» de Vitoria en Salamanca está todo el concepto
del Estado en muy breves palabras. Está el concepto
de la comunidad de las naciones. Hay un anticipo ejemplar
de lo que son hoy los ideales de paz y universalidad.
Cuando veo que se habla del «Proyecto Erasmus» a mí
me gustaría más que se dijera en castellano, a pesar de
mis respetos por el latín. El «Proyecto Erasmo» es el proyecto
que evoca no sólo a Erasmo, sino a los grandes irenistas:
a Juan Luis Vives, a Tomás Moro, a Lorenzo Valla,

a todas esas grandes figuras que soñaban en la paz.
Cuando escribe Luis Vives su carta a Adriano VI, esperando
que de la designación papa1 de Adriano de Utrecht
surja la paz en Europa, está postulando el nuevo mundo
del espíritu: el mundo del Renacimiento. Pero los que lo
realizan son aquellas gentes que salen el 3 de agosto de
la rada de Palos de la Frontera, que pasan por La Gomera
y que el día 6 emprenden el viaje a lo desconocido. Y
nos lo ha dicho mosén Jacinto Verdaguer, cuando en «La
Atlántida», desde el Teide, el viejo ermitaño saluda las
tres naves que van hacia el nuevo mundo. (El señor Prat
García interrumpe su discurso y da muestras de emoción.)
Perdonad, porque la emoción va impregnada de presión
histórica. (Grandes y prolongados aplausos de los señores
Senadores.)
Hubo un momento en que la península, dramáticamente
dividida, dio la unidad de Europa, y la dio bajo el camino
de las estrellas: es el Camino de Santiago, y el Codex
Calixtino lo va indicando, incluso como guía turística,
quizá como anticipo del Patronato Nacional de Turismos.
(Risas.)
Ese es el momento de Europa. Pero el momento del
mundo es el 12 de octubre y de lo primero que se habla
es del Nuevo Mundo. Y el mundo es hermoso, nueva hermosura.
Es lo que abre al mundo moderno. Y lo abre España
porque le toca por el destino histórico, porque los
hados lo mandaron así o porque la historia lo condujo así.
Lo cierto es que es nuestro día, cualquiera que sea su nombre.
Llamadle, si queréis, la Fiesta de la Raza, «ínclitas
razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda». Llamadle,
si queréis, Fiesta de la Hispanidad. Para mí es la fiesta
del género humano. Es nuestra aportación modesta y sencilla,
que quiso el destino, que quiso la providencia. «Ciego,
¿es la tierra del centro de las almas?», decía el poeta.
Fue la afiliación de España a la Historia Universal. Celebrémoslo.
Gracias. (Grandes y prolongados aplausos.)

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