martes, 25 de julio de 2017

De imprentas y escritores

Reproducción de la prensa  de una imprenta de la época cervantina
(Museo del Quijote. Ciudad Real. Foto del autor)
No sé si fue Cervantes quien, como se dice ahora, puso en el mapa La Mancha con su Don Quijote. Pero no cabe duda que la huella cervantino-quijotesca aporta poso cultural y turístico. Hace unas fechas tuve ocasión, en una visita a Ciudad Real, de conocer el Museo del Quijote. Déjenme que destaque de aquel la reproducción de la imprenta en la que se editó la obra más inmortal de la literatura española. Siempre me ha apasionado el mundo de los impresores. Tiene algo de mágico el flujo de las ideas hacia el papel: el bolígrafo o la estilográfica son instrumentos nobilísimos para ese fin. La máquina de escribir revolucionó el mundo de la escritura (para escribanos y escritores). Ahora, con el ordenador y las impresoras domésticas, la imprenta está en casa. Pero los impresores de verdad, los que hacen que lo escrito tome la forma de libro, esos son merlines de la tinta y del papel.
Pero la literatura, del tipo que sea, suele ser también frustrante. Dice Juan Manuel de Prada que escribir es una "severa y gozosa esclavitud". Y lo creo. Pero las más de las veces lo escrito queda para uno, sin que trascienda (aunque ahora con el Internet las cosas son distintas, pero, qué quieren que les diga, no es lo mismo) el esfuerzo. Así, y también en Ciudad Real, me doy de bruces, frente a la puerta de una frecuentado establecimiento de productos cosméticos, con un señor que instala un cajón sobre el que anuncia sus propios libros: "Escritor local", reza un cartelito; el autor debe pretender que el paisanaje tenga a bien ponderar (y comprar, oigan) la literatura de su convecino. Hasta ahí, y dejando de lado lo inusual de la estampa, bien. Pero hay otro cartel, y este sí que me sorprende: "No se admiten consejos". 
¡Jesús, María y José! ¡Hasta dónde debe de estar este buen hombre de pejigueras que le recomiendan cómo vender, dónde distribuir, a quién dirigirse, a qué concursos presentarse...! Claro, también debe de haber en el anuncio de marras una pizca de soberbia. Acaso este pecado capital sea seña de identidad de los escritores, de oficio o aficionados: pero qué puede ser un escribidor sino un gran pecador, en un ambiente de esclavitud y veneno...


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