miércoles, 12 de julio de 2017

20 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco

Fotografía obtenida de ABC.es


20 años ya. Dos décadas desde que una tarde de mediados de julio los asesinos terroristas de ETA pusieron fin a la vida de un joven concejal, de un valiente que dio la cara en el País Vasco en tiempos muy difíciles. Lo pagó con su vida, como otros del PP y del PSOE.

Viví aquellas fechas como secretario general del PP de Zafra. Llevaba en el cargo desde septiembre del año anterior. Era un mes de vacaciones para muchos, pero yo estaba en en la ciudad, donde atendía la sede local a diario. Debo confesarles que fueron días de una emoción intensa: porque el pueblo español se manifestó sin fisuras contra la abominación terrorista. Porque surgió el que se llamó Espíritu de Ermua, y a partir de ahí todo cambió. En mi caso particular experimenté, de añadidura, otra impresión que nunca olvidaré: ante la barbaridad que se estaba cometiendo, una señora de izquierdas acudió a la sede local del PP. Yo estaba allí, y la escuché, indignada: "hay que hacer algo, no podéis quedaros quietos..." Aquella señora, a la que entonces no conocía, cuenta desde aquel momento con mi respeto y aprecio. Sus palabras vehementes me conmovieron, y convoqué de inmediato una concentración en la Plaza de los Escudos, a la que asistieron algunas decenas de personas, de derechas y de izquierdas. Leí un texto y después nos disolvimos. Manifestar nuestro desprecio por el mal era, quizá, lo único que desde aquí podíamos hacer. Y rezar.

Después llegó la fatídica tarde del 12. Y se cumplió la criminal promesa. Malditos sean quienes apretaron el gatillo, quienes le retuvieron, quienes prestaron -y prestan- su apoyo político y social a los propósitos criminales de los terroristas.
Y todavía hay quien se niega a que se homenajee a Miguel Ángel Blanco. ¡Qué asco! A Miguel Ángel, y a todos los asesinados y víctimas: políticos, militares, policías, guardias civiles, ciudadanos  anónimos... A todos hay que rendir permanente homenaje. Ellos favorecieron la causa de la democracia con su sangre y con el llanto de sus familias.

Por cierto, si pueden, lean Patria, de Fernando Aramburu.

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