lunes, 2 de mayo de 2011

¡Anda, anda, de extrema derecha, el tío!

No gana uno para sustos. Ahora resulta que alguno “de los míos”, pregona por ahí que un servidor es de extrema derecha. Así, como suena. Y el camandulero se queda tan fresco.
Claro, no hay duda. Tengo que ser de extrema derecha. Por eso apoyo el sistema constitucional español, sus derechos y garantías, la Monarquía, la Transición como superación del desgarro del siglo XX en España. Por eso soy de los “rajoystas”. Por eso, porque soy de una clarísima extrema derecha, presido una asociación que trae a dar conferencias a personalidades de todo tipo, todas moderadas, entre ellas un director de diario del grupo PRISA y un ex secretario general de un sindicato. Por ese mismo motivo, en el boletín de esa Asociación han escrito el presidente Zapatero, Trinidad Jiménez, Manuel Marín, Paco Macías, Alejando Nogales… También gente de la derecha moderada. Ningún extremista, oiga.
Por mi clara adscripción ultraderechista, presento un programa de televisión en el que todos los contertulios vestimos camisa azul y cantamos el Cara al sol, ¿verdad?
Por mi tendencia ultramontana milito (por el momento) en un partido con cuya ideología y postulados coincido al cien por ciento. O mejor, al noventa y nueve, no exageremos, con independencia de simpatías o antipatías personales.
Por rebasar por estribor a los moderados, tengo una larga colección de artículos publicados en los que defiendo la democracia y critico los usos del franquismo. Por eso mismo acaban de premiarme por un texto en el que en los protagonistas tienen un imperioso deseo de normalidad y convivencia.
En fin, no sigo. Bonita consigna para justificar lo injustificable la que alguno hace correr.
Recomiendo a tan agudo observador político que, antes de fijarse en mí, mire a su alrededor. O tal vez dentro de sí mismo. A lo mejor se encuentra alguna sorpresa.
Ande, genio, recuerde lo que decía Anatole France: una tontería se puede repetir cuantas veces se quiera, y sigue siendo una tontería. Y deje de caer en la tentación de seguir a Goebbels, cuando anunciaba que una mentira convenientemente repetida se convierte en una verdad.
No, señor, no. Ya lo ve. No soy de la derechona, de la extrema derecha. Antes al contrario, abogo por el entendimiento entre ciudadanos. No tengo remilgos en alternar, charlar, estar o contrastar ideas con los de izquierdas. Claro, seguro que por esto último, alguno me tilda de filosocialista. Allá películas, el pedigrí democrático de cada cual se demuestra con las obras. Para mí, ni los de izquierdas son mis enemigos, aunque los critique y deplore sus acciones de gobierno, ni rindo pleitesía a los de derechas. Es decir, a los que ocupan el lugar político con el que me identifico.
En fin, sugiero a quienes me tildan de extremófilo que se olviden de mí y se dediquen a buscar votos, si su deseo es hacer campaña electoral. Ponderen sus ofertas y fijen su atención en los adversarios, que son quienes están en otras candidaturas. En ese noble esfuerzo sublimarán sus afanes políticos. Y vayan al oculista, hombre, para que puedan ver por sí mismos, no a través de los cristales esmerilados que les colocan. No olviden, hagan el favor, que yo no me presento a nada, ni a nadie debo explicaciones sobre si voy o vengo, estoy o me ausento. Y nadie me va a dar lecciones de nada. Que les quede esto muy clarito, oigan.
Y que conste que escribo esto aquí no para justificarme, que no me hace falta, y la gente no es ciega. Es porque me repugna tanta mamarrachada. Adiós.

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