lunes, 8 de junio de 2009

Pues claro que me alegro

Aunque se veía venir, siempre hay que esperar a última hora para celebrar una victoria electoral; de esta me alegro sobremanera. Varios son los motivos, descontada, claro está, mi militancia.
El primero es que el mensaje del miedo no ha funcionado. Esa pretensión de convertir a los conservadores en extrema derecha no tiene ni pies ni cabeza. Ni en Europa, ni en España, faltaría más, gobiernan los curas (ni estos tienen en funcionamiento ninguna suerte de inquisición), ni cantan por los rincones los populares el Cara al Sol (salvo alguna excepción, claro, lo mismo que aún quedan marxistas leninistas), ni se añora a Franco, ni majaderías semejantes. Empeñarse en negar el pan y la sal a un partido que representa alrededor de la mitad de la voluntad popular es renegar del principio democrático, lo digan Agamenón, su porquero, Pepiño o la arúspice interestelar de turno. Que una cosa es querer ganar y otra muy distinta querer deslegitimar a los demás, burdamente, además.
Segundo, porque se necesitan gobernantes que gestionen bien la economía, y creo que en eso el Partido Popular tiene experiencia.
Tercero, porque ya está bien de cuentos chinos y de ocurrencias. Los arbitristas del Gobierno no saben gestionar la crisis y es preciso que lo hagan otros, si así lo quieren los españoles, claro está. Eso se verá en su momento. Pero la cosa apunta maneras.
Y que no me vengan con historias. Todo el mundo ha interpretado estas elecciones en clave nacional, y en clave nacional hay que seguir leyendo la partitura. Dicho esto, me reafirmo en que la línea de Rajoy me gusta. Ea.

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