Felices Fiestas, hombre...
Qué quieren que les diga. A mí, la Navidad, lo que es gustarme, no me gusta demasiado. No por nada; quizá por todo. Pero ahí está. Cada año viene asomando un poquito antes por la culpa culpita de la publicidad, que nos la anticipa y nos la hace recurrente como los anuncios de fascículos a finales de agosto.
Pero, qué vamos a hacerle. A los niños les chifla. A muchos de los adultos, también, aunque llegadas ciertas edades es inevitable que en las fiestas hogareñas haya vacíos que no se pueden ocupar. Y los usos sociales imponen ciertas tradiciones que tampoco son demasiado onerosas, por lo demás.
En fin, por cuanto significa para los cristianos; por lo que representa para los que no creen, pero disfrutan transmitiendo buenos deseos a los demás; por cuanto trae de ilusiones, sean o no reales, no me queda otra que rendirme, y desearles lo típico: si pueden, sean felices esta Navidades. Y si son capaces, séanlo el resto del año.
Felices Fiestas.
Pero, qué vamos a hacerle. A los niños les chifla. A muchos de los adultos, también, aunque llegadas ciertas edades es inevitable que en las fiestas hogareñas haya vacíos que no se pueden ocupar. Y los usos sociales imponen ciertas tradiciones que tampoco son demasiado onerosas, por lo demás.
En fin, por cuanto significa para los cristianos; por lo que representa para los que no creen, pero disfrutan transmitiendo buenos deseos a los demás; por cuanto trae de ilusiones, sean o no reales, no me queda otra que rendirme, y desearles lo típico: si pueden, sean felices esta Navidades. Y si son capaces, séanlo el resto del año.
Felices Fiestas.
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