De mamás y flautas
Nada más enternecedor, hoy que es día de la madre (invento muy comercial, por cierto), que contemplar a una entusiasmada mamá, creo que primeriza, intentando arrancar alguna nota de una flauta para que su embelesada criatura responda con alguna morisqueta. Sí, señor. Preciosa escena: la madre, sentada en el suelo del centro comercial, con el niño (o niña) sobre sus piernas, me parece que al estilo de los indios de las praderas americanas, o algo así. Entre tanto, el papá, arrobado, contempla la escena en pie. Sopla que te sopla, qué entretenidos todos.
Lástima que el observador se vea obligado a desengañarles: el panorama no es tan idílico. Veamos. La mamá sopla, el niño se entusiasma, el padre no pierde detalle. Dos minutos de éxtasis. Agotada la diversión, la madre, muy cuidadosamente, retorna la flauta chupeteada a su caja de cartón. Envase que, a su vez, introduce en uno de esos plásticos infernales a los que llaman blister, y lo cuelga (el blister) en el ganchito de la estantería del afamado centro comercial.
Es menester tener rostro de hormigón armado. Babee usted la flauta, déjela en la estantería. Si no fuera hoy el día de la madre, diría que la soplaflautas es una guarra. Sea inscrita sin demora en el rol de cafres, con alta graduación.
Lástima que el observador se vea obligado a desengañarles: el panorama no es tan idílico. Veamos. La mamá sopla, el niño se entusiasma, el padre no pierde detalle. Dos minutos de éxtasis. Agotada la diversión, la madre, muy cuidadosamente, retorna la flauta chupeteada a su caja de cartón. Envase que, a su vez, introduce en uno de esos plásticos infernales a los que llaman blister, y lo cuelga (el blister) en el ganchito de la estantería del afamado centro comercial.
Es menester tener rostro de hormigón armado. Babee usted la flauta, déjela en la estantería. Si no fuera hoy el día de la madre, diría que la soplaflautas es una guarra. Sea inscrita sin demora en el rol de cafres, con alta graduación.
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