Erratas y trastrueques
Alfonso Ussía recopiló, en un número especial que editó ABC con motivo de su centenario, una jocosa colección de erratas de prensa, buena parte de ellas hilarantes hasta el llanto.
La errata, inevitable y puñetera, es el sino de todo aficionado a la pluma. Un servidor ha sido víctima de algunos trastrueques, que no sé si considerar erratas o intento de alguno de corregir lo incorregible, con el resultado de jeringar lo que se quiere poner sobre el papel.
Algún ejemplo: en un artículo sobre la política y los políticos me refiero a la sensación de déjà vu que algunos experimentan. De inmediato me cambian la expresión gala (aunque de uso ya general) por dejadez. La frase pierde todo su sentido y el corrector queda satisfecho puesto que piensa -otra explicación no cabe- que me ha librado de grande ridículo al corregir una infame errata.
En otra ocasión intento transcribir la castiza exclamación de los madrileños que saludaban a Fernando VII: ¡vivan las caenas!, así me lo ensañaron en el colegio y así lo he leído infinidad de veces. El avezado corrector me saca de la incorrección y muy ortodoxamente me transcribe vivan las cadenas.
Me sustituyen también al alimón por a la limón. Y lo último, mutan vivisecciona por disecciona. Claro, el vocablo viviseccionar no aparece en el DRAE. Sí, en cambio, en el María Moliner, y supongo que estará al uso diario de los médicos o biólogos. Su significado no es otro que diseccionar a un organismo vivo. Exactamente eso es lo que quería expresar con el uso de vivisecciona. Quería resaltar la cualidad de ser vivo de aquello a lo que me refería.
En fin, son cosas que pasan. Felizmente, por otra parte, seguro que de más de un palabro nos habrán librado los transcriptores. Sean unas por las otras, amén.
1 comentario:
Como bien dice usted "la errata, inevitable y puñetera, es el sino de todo aficionado a la pluma" y para muestra un botón: lo de ¡vivan las caenas! se lo ensañaron o enseñaron en el colegio
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