¡¡¡COPROZAFRA!!!
¡Ay, ay, ay! Vaya sorpresa nos trae el Boletín Oficial de la Provincia del 27 de noviembre de 1982. Menudo nombrecito le han puesto a una empresa, supongo que constructora. Fíjense en la imagen: Coprozafra.
Quizá los buenos hombres habrían pensado en algo así como COnstructora PROmotora. Pero lo que les salió, no diré que fuera un churro, aunque bueno, pudiera darse alguna similitud.
El caso es que habíamos oído hablar de coprolalia, eso que vemos en televisión en las películas y en las declaraciones de tantos famosetes y futbolistas; o coprolito, lo que se encuentran con frecuencia los arqueólogos, no sé si con dicha o con resignación. También coprófago, vean, vean la célebra Saló, de Passolini, etcétera. Pero no nos queda otra que llevarnos la mano a la cabeza cuando vemos el nombrecito de la dichosa empresa. A lo mejor, unos gramos de culturilla general hubieran evitado tan desafortunada elección.
Eso sí, siempre nos quedará la esperanza de que se trate de una errata del impresor. En ese caso, indulgencia plenaria. Sean, de lo contario, reos de cacofonía y mal gusto. Ea.
1 comentario:
Rem acu tetigisti, es una expresión latina equivalente a la española ‘dar en el clavo’. Quizás también ‘poner el dedo en la llaga’; aunque, literalmente, dice ‘has tocado con la aguja el asunto’.
En efecto, la raíz griega ‘copro’ significa, propiamente, ‘mierda’. Y, como bien observas, forma parte de varias palabras que están en el diccionario español: ‘coprolalia’, ‘coprofagia’, ‘coprolito’ (hablar de…,comer…, y ‘m. fósil’, respectivamente) Todavía se podría citar el mote con el que se conocía a cierto emperador de Bizancio (Constantino VI) llamado ‘Coprónimo’, porque, según cuentan, “se cagó en la pila bautismal en el momento de cristianarlo”.
Yo no sabía de la existencia de una industria zafrense que lleva como nombre comercial Coprozafra. Pero alguien podría sospechar (y existen razones de índole lingüística para esa sospecha) que la tal industria comercializa la mierda, le saca partido, como suele decirse. Bueno, sería algo así como una especie de reciclado de basura, con especial aprovechamiento de esa materia prima que son las deyecciones animales. Sería lo de volver a sacar partido a ese antiguo fertilizante natural que es ― que fue, sobre todo― el estiércol.
Permítaseme la inmodestia de citar un antiguo artículo mío publicado en el periódico HOY con el título de “La civilización del estiércol” (29-5-90) Mira por dónde, tendríamos hecha realidad una utopía: la de volver a aquella forma natural de reciclado que la Humanidad parece haber desechado para siempre.
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