Ruegos y preguntas
Ha transcurrido no poco tiempo desde que vi el último pleno del Ayuntamiento de Zafra por televisión. Hoy, mientras zapeo por los canales que puedo sintonizar en casa, me topo con la retransmisión del último, celebrado el pasado lunes. Llego justo en el inicio de los ruegos y preguntas, sección que, bien aprovechada, es un magnífico instrumento para el control político del Gobierno local. De paso, los ciudadanos de a pie pueden comprobar cómo funcionan gobernantes y opositores.
Los ruegos y preguntas son, ciertamente, incómodos a quien gobierna. Pero cuando uno sabe de qué va su trabajo, tiene claras las ideas, y se esfuerza un poco en su labor, no hay ninguna pregunta que deba incomodar, máxime cuando el repertorio de respuestas queda al albedrío del preguntado.
Quizá por esa incomodidad, el anterior Gobierno exigió que las preguntas de la oposición se encadenaran una tras otra, viniendo las respuestas también de seguido. ¿Qué se consigue con esto? Uno, aburrir al respetable, que cuando escucha la última pregunta ha olvidado qué cuestiones ponía sobre la mesa el primer interviniente. Dos, rebajar de categoría al punto del orden del día que debería ser uno de los estelares, al dejar que fluyan las preguntas sin contestar de modo individualizado. Tres, facilitar que los aguijones de la oposición hagan menos daño. En definitiva, me parece poco adecuado el hacer recitar todas las preguntas y contestar con una letanía de respuestas, en una estrategia impresentable para salir del paso, y si es posible para estar menos tiempo en el salón de Plenos. El político bragado no tiene por qué ahuyentarse de los ruegos, las preguntas y las interpelaciones.
El caso es que me sorprende ver cómo hoy se ha seguido la misma fórmula que se criticaba a los socialistas. Recuerdo perfectamente que, cuando un servidor aún permanecía en la Corporación, era constante la crítica popular por este motivo. Supongo que en el último mandato, ocurrió lo mismo. Por una cuestión de coherencia, digo yo.
De modo que, según espero, esto no ha sido más que un seguir una costumbre, una rutina, un descuido. Estoy absolutamente convencido de que en el próximo pleno el grupo popular -que sin duda tiene capacidad sobrada para contestar a cuanto se pregunte a cada uno de sus miembros- cambiará esta fea práctica y sabrá dar respuesta individualizada, clara, tanto para los concejales interpelantes como para los ciudadanos que siguen las sesiones por la televisión. ¿Verdad? Seguro que sí.
Los ruegos y preguntas son, ciertamente, incómodos a quien gobierna. Pero cuando uno sabe de qué va su trabajo, tiene claras las ideas, y se esfuerza un poco en su labor, no hay ninguna pregunta que deba incomodar, máxime cuando el repertorio de respuestas queda al albedrío del preguntado.
Quizá por esa incomodidad, el anterior Gobierno exigió que las preguntas de la oposición se encadenaran una tras otra, viniendo las respuestas también de seguido. ¿Qué se consigue con esto? Uno, aburrir al respetable, que cuando escucha la última pregunta ha olvidado qué cuestiones ponía sobre la mesa el primer interviniente. Dos, rebajar de categoría al punto del orden del día que debería ser uno de los estelares, al dejar que fluyan las preguntas sin contestar de modo individualizado. Tres, facilitar que los aguijones de la oposición hagan menos daño. En definitiva, me parece poco adecuado el hacer recitar todas las preguntas y contestar con una letanía de respuestas, en una estrategia impresentable para salir del paso, y si es posible para estar menos tiempo en el salón de Plenos. El político bragado no tiene por qué ahuyentarse de los ruegos, las preguntas y las interpelaciones.
El caso es que me sorprende ver cómo hoy se ha seguido la misma fórmula que se criticaba a los socialistas. Recuerdo perfectamente que, cuando un servidor aún permanecía en la Corporación, era constante la crítica popular por este motivo. Supongo que en el último mandato, ocurrió lo mismo. Por una cuestión de coherencia, digo yo.
De modo que, según espero, esto no ha sido más que un seguir una costumbre, una rutina, un descuido. Estoy absolutamente convencido de que en el próximo pleno el grupo popular -que sin duda tiene capacidad sobrada para contestar a cuanto se pregunte a cada uno de sus miembros- cambiará esta fea práctica y sabrá dar respuesta individualizada, clara, tanto para los concejales interpelantes como para los ciudadanos que siguen las sesiones por la televisión. ¿Verdad? Seguro que sí.
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