Automóviles oficiales (I)
No caeré en la fácil demagogia de arremeter sin mesura contra el uso y disfrute de los coches oficiales. Pero el sentido común parece dictar que el abuso -como en todo- es repudiable y merece la crítica. Aquí, claro, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Todos los que hemos estado en determinados ambientes hemos sido testigos de la imponente presencia de miríadas de estos autos estacionados, en tanto sus mecánicos aguardan a sus usufructuarios.
Yo padecí en determinada ocasión, y en Zafra, la pésima educación de un alto cargo que, tras acudir a un acto oficial, fue a tomar unas copas a un celebérrimo establecimiento local, en zona céntrica. Al salir le esperaba su chófer con el coche en marcha, en la misma puerta del local citado, impidiendo la circulación del resto de los usuarios de la vía, entre los que me encontraba. Tras aguardar un prudente rato hice sonar el claxon, a ver a ver si la autoridad, que estaba de franca cháchara con otros junto a su coche en marcha, se decidía a subir y nos dejaba pasar a los demás.
Nada. No había manera. Varias veces más hice sonar la bocina, y ni por esas. El señorito seguía su charla mientras, supongo, el sufrido conductor estaría de los nervios, no es para menos; por lo visto, la autoridad tenía todo el derecho del mundo a entorpecer al resto de los ciudadanos (sus jefes, los que pagan el cochecito). Así permaneció un buen rato. Cuando se decidió a perdonarnos la vida, subir al haiga y largarse, me dedicó una mirada chulesca y ridícula.
¡Cuánto me hubiera gustado que el muy majadero supiera leer los labios!
(Continuará)
2 comentarios:
Me lo creo, estos del PP son así.
¿Seguro que era del PP?
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