Vengo resistiéndome a escribir en el blog durante la campaña electoral porque no me apetece meterme en harina política, cosa que me haría extenderme más de lo que quisiera en las líneas que de vez en cuando coloco en la red, no en vano la política sigue fluyendo por las venas, aunque ahora en dosis tolerables.
Pero ahora me encuentro con una majadería de marca mayor, en mi humilde opinión, que me fuerza a tomar recado de escribir. Dice el candidato Zeta (o zeda), o al menos quienes redactan su programa, que es lo mismo, que hay que
modificar el uso tradicional del masculino para representar a las mujeres en los textos educativos, legales, comunicaciones y publicaciones. Es decir, el Gobierno se mete a legislar también en cuestiones lingüísticas. Bonita cosa, voto a tal. Ya teníamos a la asociación esa de
jóvenas feministas abominando del latín, por machista. Ahora es el propio Ejecutivo el que nos dictará cómo escribir, y tendremos que poner
maridas, y otras lindezas. Más les valdría defender el uso de la lengua común de los españoles, aquella de la que la Constitución tan claro habla en vez de perder el tiempo en enredar.
Esto debe de ser cosa del relativismo socialista. Han cambiado sin empacho el puño en alto por el símbolo ese que representa la ceja de Zeta-Pe, y ahora nos quieren cambiar a todos el modo de expresarnos. No es cosa baladí, oiga. Pretender hacer que nos expresemos como ellos digan no es sino querer manipularnos.
Tié mandanga la cosa. Con la de problemas en los que podían fijarse, se entretienen en crear otro a los escribidores, sobre todo a los aficionados que pululamos como Dios nos da a entender por el Internet y por algún periódico que de vez en cuanto nos publica algún artículo. Ya nos cuesta trabajo intentar destrozar lo menos posible nuestra lengua española o castellana, adaptarnos siquiera mínimamente a las normas, no atentar contra la sintaxis, la ortografía y el buen gusto, para que ahora vengan a decirnos que donde decíamos digo tenemos que decir
Diega.
En la Academia deben de andar revueltos ante tamaña intrusión. Claro que, para los adláteres de Zapatero, los huéspedes del venerable caserón no deben de ser sino una corporación de carcamales a los que no hay que hacer ni puñetero caso. Como a los obispos, naturalmente. Por cierto, ¿obligarán también a cambiar las oraciones, los rituales y cánones de la iglesia católica? Veamos:
¿Madre nuestra que estás...? ¿
Bienaventurados y bienaventuradas los pobres y las pobres...? En fin, pacientes lectores, he aquí otra más de las innumerables razones por la que Zapatero se merece un retiro glorioso.
Por mi parte, ustedes perdonen, y sin ánimo de molestar, que ya se sabe que los de derechas lo que hacemos es crispar y tal y cual, y dicho con todo el respeto que me merece el presidente del Gobierno, digo: Dios y el cuerpo electoral no permitan que tengan ocasión de legislar sobre los usos lingüísticos, ni sobre ninguna otra cuestión. Otrosí digo: si en hora menguada lo consiguen, añado, con todo cariño, que no me sale de los cojones hacer caso de la norma. He dicho.