Educación: presentación de la última conferencia del Foro Zafrense
El autor de estas líneas, con el conferenciante, Sr. Otero Novas |
Como es habitual, antes de la intervención del ponente leo unas líneas a los asistentes. Les transcribo aquí las correspondientes a la ocasión referida.
Abordamos hoy una cuestión no
solo apasionante, sino fundamental para cualquier sociedad, porque la
educación, la enseñanza, proporciona buena parte de la cobertura intelectual y
moral a niños y jóvenes, futuros adultos que orientarán su vida y sus actos en
muy buena medida en base a su aprendizaje.
Esto hace que
la educación sea perenne objeto del deseo de los gobiernos, lo que hace
sospechar que no siempre les guía el único afán de formar con solidez. Muchas veces,
este nobilísimo objetivo puede parecernos mero camuflaje para orientar, según
el sesgo político que convenga, el devenir del alumno, insuflándole hálitos
ideológicos y suplantando muchas veces, según creo, el derecho paterno a la
orientación moral, olvidando que el adoctrinamiento es legítimo siempre que sea
libremente aceptado, para lo cual ya existen centros docentes con todo tipo de
idearios.
Ahora, en
España, asistimos a debates sobre la nueva ley educativa y escuchamos los
argumentos favorables y contrarios a la misma, anunciando quienes sostienen
estos últimos la derogación sin más del nuevo texto, una vez alcancen el poder.
Imposible vislumbrar un pacto que permita la estabilidad normativa, que
proporcione certezas y seguridad jurídica, bases sobre las que debería reposar
un sistema encaminado a dotar al alumno de herramientas vitales que le
permitan, como en otros países, afrontar con éxito un mundo cada vez más
competitivo.
Desde hace
años venimos observando, no pocas veces con pasmo, cómo proliferan debates
estériles, como el referente a la enseñanza de la Religión y a uno de sus más
visibles exponentes, la retirada de crucifijos en las aulas. Se suscitan
rechazos estrepitosos, mientras que es difícil escuchar proclamas sinceras
favorables a la neutralidad en las escuelas públicas.
Observamos con
estupor cómo en nombre de no sabemos bien qué, estudiantes universitarios –minoritarios
pero tan ruidosos como irreverentes– impiden las intervenciones de
conferenciantes que simplemente no piensan como ellos. Estudiantes de la universidad. Institución
a la que se supone que enviamos a los jóvenes para que se formen en disciplinas
académicas y, quizá más importante aún, para que adquieran un ponderado sentido
crítico y sirvan de ejemplo, el día de mañana, de afanes de saber, de respeto,
de humanismo.
Nos mesamos
los cabellos cuando reiterados informes sobre los niveles educativos del
alumnado hacen que España siente plaza en furgones de cola. Asistimos demudados
a ejemplos de la más absoluta falta de valores cuando nos dan noticias de actos
reprobables en colegios e institutos, de los que tantas veces son objeto los
profesores. Nos enzarzamos en debates sobre las exigencias que son predicables
para los educandos. Clamamos por la pérdida del sentido del esfuerzo como
actitud necesaria para el triunfo. Triunfo, vocablo también repudiado por
algunos que entienden que promover la excelencia es ir en contra de los que no
tienen capacidades para alcanzarla, lo que hace que de otra parte se hable de
fomentar la mediocridad… Dimes y diretes que trufan el panorama educativo hasta
la saciedad.
Todas estas, en fin, son
cuestiones que deberían preocupar seriamente a la ciudadanía, y que precisan de
debates serenos, alejados de las marejadas demagógicas. Por supuesto, el Foro
Zafrense no podía abstraerse de tratar sobre esta materia. Para ello contamos
hoy con D. José Manuel Otero Novas…
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