domingo, 25 de febrero de 2007

¿Desilusionado de la política?


Me comentan que algunos van diciendo por ahí que he publicado un artículo en el que me manifiesto desilusionado de la política. Y que, claro, si hubiese ganado las elecciones internas de mi partido, no lo estaría.

Cosas de maledicentes, claro. Miente como un bellaco, miente por la mitad de la barba, quien esto diga. Primero, porque yo jamás he publicado que me sienta desilusionado de la política. Simplemente he dicho que me retiro, por los motivos que fueren, pero que no reniego de la política. Transcribo un párrafo de mi tan comentado artículo “tocan retreta”:

"Para empezar, no renegaré de la política. He sido, y de momento sigo siéndolo, político. Ni me arrepiento ni me avergüenzo. Y no por retirarme abominaré de ella. Simplemente renunciaré a su ejercicio. Pero no abdico de lo político, entendiendo a esto como participación activa en lo social; porque, no lo olvidemos, las cosas de la polis no sólo conciernen a los partidos, salvo en los regímenes totalitarios, donde los ciudadanos no son el centro sino la periferia.

Si renunciara a lo político, si me diera por considerarme apolítico, cometería una gran majadería. Traigo en mi auxilio una magnífica cita de nuestro Marañón: “Con el tiempo, esa frase que se oye a cada paso de yo no entiendo ni me preocupo de la política tendrá la misma sanción que una blasfemia. Por el momento, contentémonos considerándola como una extraordinaria tontería”.

De lo único que reniego es de ciertos hechos, comportamientos y actitudes. Y he criticado determinados modos de practicar la política. Todo está publicado. Así que es conveniente que se abstengan lenguaraces y se dediquen a otras cosas, si es que valen para ellas.

Y, por si quedan algunas dudas, transcribo la contestación a una de las preguntas que me hicieron para el último número de “El Mensajero”.

Pregunta: "Usted ha luchado políticamente por Zafra desde su posición como concejal, ¿cuál cree que es la postura que deberá tomar ahora? ¿Descarta la posibilidad de volver a la política de la misma forma que lo ha estado haciendo hasta ahora?"

Respuesta: "Siempre he dado la cara por Zafra, y no me importaría seguir haciéndolo. Pero, hoy por hoy, sólo lo haré desde otros ámbitos. Antes citaba al Foro Zafrense, que presido. Desde ahí, con mi junta directiva, seguiré trabajando por Zafra, desde el ámbito de la cultura no elitista. ¿Volver a la política? Si en el futuro me llaman, me gusta el ambiente y puedo trabajar a gusto, no lo descarto. Los que me conocen saben de mi afición por la política".

Me parece que la cosa está clara. Una cosa es la política y otra los políticos.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Miércoles -extrapolable- de Ceniza

Hoy es miércoles de ceniza. Tras el desenfreno del carnaval, viene la Cuaresma. Ayuno y abstinencia. Memento homo. A mí, no sé a ustedes, esto me recuerda la sensación de perder unas elecciones, tras la exuberancia de una campaña electoral. Quia pulvis est. Se extinguen los fuegos –fatuos, en su mayoría– y queda, claro, ceniza. Et in pulverem reverteris. Me parece que esa ceniza, la que impone el pueblo, es bastante menos llevadera que la que se toma en la iglesia.

sábado, 17 de febrero de 2007

Mejor, Plaza del Rey, II


Como ya había comentado en éste blog, en su día elevé a la Junta de Gobierno local una propuesta para que a la plaza del Pilar Redondo se cambiase el nombre por el de Plaza del Rey, o por si las fuerzas de izquierda tenían alguna prevención por la cuestión monárquica, Plaza de Juan Carlos I, término que quizá le fuese más asumible.

Hemos discutido la cuestión en la comisión de Régimen Interior. El portavoz de IU/SIEX, Antonio Corchero, alegó que no le parecía bien sustituir el nombre de la plaza donde está situado el Ayuntamiento, ya que él mismo había propuesto que recuperara su denominación tradicional. Pero apuntó como solución que él apoyaría el que, en alguna nueva actuación, y a una plaza que resulte digna, se le denomine Plaza del Rey.

La propuesta ha sido aceptada por unanimidad. Le agradezco a mi amigo Antonio que, a pesar de sus convicciones republicanas, haya tenido la sensibilidad de apoyar la propuesta que hice, y facilitarla con su aportación. Sólo queda que, en un plazo prudencial, esto se convierta en una realidad. Estaré muy pendiente.

domingo, 11 de febrero de 2007

Cuba Libre

Publica ABC, el pasado jueves, un magnífico artículo del activista cubano por la libertad Oswaldo Payá. En él critica que representantes institucionales españoles visiten Cuba, pero sólo conozcan lo que la realidad oficial permite, sin interesarse por los gritos de libertad de tantos cubanos. Hay proyectos en el interior de la isla cuyo propósito no es otro que diseñar una transición hacia la democracia, pero muchos prefieren seguir en una inexplicable admiración hacia el régimen de Fidel Castro.

Hay un párrafo que entresaco del texto del artículo, y que me permito transcribir: “Nosotros no tenemos odio contra las personas del Gobierno, ni contra nadie. Ni odio de clase, ni odio de ninguna clase. Por el contrario, creemos que todos los cubanos somos hermanos. No puede creer entonces que ustedes, diputadas democráticas, cuando dicen que hay que apoyar a Cuba, se limiten a apoyar al Gobierno. No quisiera creer que sus palabras se identifiquen con el prejuicio racista y colonialista de que para nosotros, los “cubanitos latinos” es suficiente con tener la educación y salud gratuitas –deficientes y que en definitiva el propio pueblo paga con su trabajo–, y que los derechos civiles son propios de europeos y blancos.”

Es verdad. Sería como si durante el franquismo, que puso en funcionamiento la Seguridad Social, o construyó innumerables escuelas, o gracias a la visión de los tecnócratas consiguió que emergieran en España las clases medias, los que luchaban por la libertad hubieran proclamado la resignación: “Ya tienen ustedes sanidad, para qué quieren más”. A muchos admiradores de Castro y su dictadura les escucho: “Sí, pero tienen una magnífica sanidad”. Claro, medicinas, no. Esto es la ley del embudo. Como la de Franco era una dictadura de derechas, había que clamar por la libertad. Y me parece bien. Bienestar material sin libertad es nada. Pero cuidadito con la dictadura de Castro. Noli me tangere, ya ha caído bastante simbología de la izquierda como para que nos quedemos sin el referente caribeño.

Algún día el pueblo de Cuba debería saber qué es una Transición, quizá al estilo español. Y qué es la libertad, y qué significa igualdad de oportunidades real, en una sociedad donde tus vecinos no te vigilen, donde las ortodoxias rampantes no te encartonen. Algún día los ciudadanos de Cuba dejarán de escuchar la cantinela del imperialismo yanqui asfixiante, como los españoles olvidamos las añejas conspiraciones judeomasónicas. Ese día, el día de la Cuba libre, los que creemos en las personas y en su dignidad, en la libertad como máxima expresión de ésta, nos sentiremos reconfortados.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Guerra de banderas

Tras la manifestación a la que me refería en el anterior post, escucho que ha habido un uso espurio de las banderas que portaban los manifestantes. Parece que se las apropian. La derecha, claro. He llegado a escuchar a un locutor de radio que él no usó la bandera en otra manifestación porque eso lo hacía la derecha. Valiente majadería, la bandera es de todos. Si de verdad creen que no es patrimonio de la derecha, úsenla también sin complejos los de izquierdas. En fin, rescato un artículo que publicó Amadeo de Argángary hace unos cinco años, y que viene que ni pintado al caso.

Después de los infaustos acontecimientos del once-ese, empezamos a ver en los EE. UU. banderas de barras y estrellas por todas partes: en calles, en tiendas, en balcones, en las solapas de los políticos y resto de ciudadanos… Parece claro que se manifestó un sentimiento colectivo, una conciencia cívica general, un ánimo común de resistencia y de orgullo por pertenecer a un país, por poseer una democracia; en definitiva, un grito de “no pasarán”. La bandera, por tanto, se utilizó como símbolo de todo eso.

Mi amigo Pepe, con el que tan buenos cafés disfruto, me comentaba con su habitual pizca de ironía, mientras tomábamos el primero de la mañana: “imagínate si en España –o estepaís- nos diera por ponernos pins (antes insignias) con la bandera en la solapa. Un, dos tres, responda otra vez. ¿Qué nos dirían algunos?”

Tras el momento de duda inicial, desgrané algunas respuestas: -Nostálgicos, carcas, carcas… ahí me atasqué.

- Y provocadores, hombre, y provocadores –añadió agudo Pepe-.

Pues sí que lleva razón mi amigo, como tantas veces. Porque me parece que el uso de nuestra bandera está considerado por unos como evocador del franquismo, o como expresión del nacionalismo españolista, por otros.

Fíjense que en Madrid se le ocurre a alguien efectuar homenajes a la bandera cada cierto tiempo. De inmediato, la tempestad. A las críticas nacionalistas se añade la de D. Jesús Caldera: “provocador e inoportuno”. Polémicas, dimes y diretes, ríos de tinta y, voilà, el homenaje sólo se hará en fechas muy señaladas.

¡Vaya, vaya! Resulta que nuestra bandera es uno de los símbolos de nuestro País, bendecido y descrito constitucionalmente. Resulta que su uso viene regulado por leyes y ordenanzas. Resulta que estamos en el siglo XXI –aunque muchos aún no se han enterado- y nos tenemos que arrugar y poco menos que repudiarla. ¡Pues no me da la gana!

Provocación, entiendo, es saltarse a la torera la ley en muchos municipios de alguna región española y negarse a que el símbolo del Estado ocupe el lugar que le corresponde junto a las enseñas autonómicas.

Provocación, por supuesto, es el uso de la bandera como símbolo de un régimen. Por eso, si la bandera se la quieren apropiar los franquistas, y si, como parece, la bandera es realmente de todos, la mejor forma de impedir que algunos se la queden es usarla todos. Si nos da urticaria usar la bandera porque lo hacen los franquistas, además de estar cometiendo una tontería antológica estamos permitiendo que siga vigente una tesis irreal.

- ¡No te lo tomes tan a pecho! –terció mi contertulio, que me notó, pudiera ser, algo alterado-.

- ¡Pues sí me lo tomo a pecho, ea!

Y, tras un sorbito al café, que ya se me enfriaba, terminé mi reflexión: creo que homenajear a la bandera, o usarla con decoro, es homenajearnos a nosotros mismos.

Porque, sin duda, los españoles hemos conquistado una democracia y hemos construido un Estado moderno en el que hay ciudadanos y no súbditos. En el que se respetan los derechos humanos y se puede opinar libremente. En el que podemos votar a quien nos venga en gana. Eso lo hemos luchado los españoles. Así que, si la bandera o cualquier otro símbolo nos representa, cuando los homenajeamos lo hacemos con nosotros mismos, y a nadie debiera amargarle un dulce.

Por supuesto, que cada cual lleve la bandera que quiera, sin complejos, pero con respeto. Y, ciertamente, a esta tesis le falta el factor nacionalista, del que no hablaré hoy, salvo para sumarme a Ortega cuando, con su magisterio habitual, afirmaba en su discurso a las Cortes Constituyentes, allá por 1.931, que “un estado unitario que se federaliza, es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión”. Me va el Estado de las Autonomías, no otros experimentos.

En fin, como sé que mi amigo Pepe es goloso, y yo acabada de comprar a las monjas de Santa Clara unos corazones de obispo, le dije:

- Pepe, ¿rematamos el homenaje a nosotros mismos con lo que traigo aquí?

- Trato hecho.

domingo, 4 de febrero de 2007

Manifestación

Ayer se manifestaron en Madrid bastantes miles de personas (cualquiera sabe cuántas, las cifras que da cada administración son absolutamente dispares) en contra de la rendición del Estado ante ETA, por decirlo de un modo claro, según entiendo.

Como no creo en que lo que haya que buscar sea la paz, sino la derrota de ETA en pro de la libertad, y estoy convencido de que el presidente Zapatero, a pesar de los pesares, está en disposición de retomar el “diálogo” con los terroristas, me parece absolutamente justificable la manifestación de ayer.

Se queja Moraleda, secretario de Estado de Comunicación, de que la manifestación se haya convocado en contra del gobierno, porque “había más gritos contra el jefe del Ejecutivo que contra ETA”. No me gustan los gritos en contra de nadie. En España deberíamos estar ahítos de vivas y mueras. Pero, que yo sepa, y si alguien lo ha hecho no estoy de acuerdo, a Zapatero no se la ha llamado asesino por haber ordenado hablar con los terroristas. La memoria sí me hace recordar que al presidente Aznar lo llamaron asesino a pleno pulmón con ocasión de la guerra contra Iraq. Silogismo a), variación primera: la guerra mata inocentes. Aznar apoya la guerra. Aznar mata inocentes. Silogismo a), variación segunda: Bush es un criminal. Aznar apoya a Bush. Aznar es un criminal. Silogismo b) ETA mata inocentes. Zapatero dialoga con ETA. Zapatero… No remato, porque no estoy de acuerdo, porque me parece una indecencia y porque me parece una aberración. Muchos llamados a sí mismos progresistas, no dudaron en utilizar sin rubor el primero de los silogismos, en cualquiera de sus variantes.

Eso sí, afirmo que Zapatero se equivoca y que quiere pasar a la historia como una especie de redentor. Se equivoca en la lucha contra ETA, en la política exterior, en el lío autonómico…

Ah, se me olvidaba. Ahora también hay chapapote. Por un accidente, claro. ¿Nunca mais? Ni está, ni se le espera. Conclusión: la maquinaria de agitación y propaganda de la izquierda funciona a la perfección. Eso sí, defiendo que la izquierda se manifieste como le venga en gana, porque creo en la democracia. Ya me gustaría que cuando lo hace la derecha deje de funcionar esa maquinaria con las inmediatas asociaciones PP=Franco=fascismo, y otras lindezas que algunos vocean.